Puede que Afganistán celebrara el pasado jueves elecciones para elegir al jefe del Estado. Pero ayer, un día después de la cita electoral --aunque se tratara de un viernes festivo en el país--, en las sedes de las campañas de los dos principales candidatos --el presidente saliente Hamid Karzai y su exministro de Exteriores, Abdulá Abdulá-- reinaba una atmósfera de absoluta despreocupación, sin la presencia de portavoces de rango suficiente como para atender a electores o medios de comunicación. Ello no les impidió proclamarse simultáneamente vencedores o asegurar ir en cabeza en sendas conversaciones privadas con agencias de prensa, pese a que ni siquiera el Centro Nacional de Recuento había iniciado la consolidación de resultados a nivel nacional. El tercer candidato en discordia en estos comicios, el independiente Ramzán Bashardost, convertido en el látigo fustigador de la clase política, se apresuró a denunciar "el ansia de poder que domina a ambos" por unas afirmaciones que "carecen de todo fundamento".

DOBLE MAYORIA "No vamos a ir a una segunda vuelta", proclamó a la agencia Reuters el director de la campaña de Karzai, Deen Mohammad, dando a entender la victoria del presidente saliente. De inmediato, el bando contrario adoptó un gesto similar, sin que pareciera importarle a ninguno de los bandos en liza el riesgo de fractura social que supone realizar declaraciones provocadoras en un país que padece ya un grave conflicto armado. "Voy por delante; los resultados iniciales de las provincias indican que he logrado más del 50%" (mayoría que le permitiría evitar una segunda vuelta), aseguró en esta ocasión el propio Abdulá Abdulá.

Tras dejar caer semejantes bombas, ningún portavoz oficial de ambos se prestó a confirmar, desmentir o puntualizar lo dicho, y en las sedes de las dos candidaturas los representantes autorizados brillaban por su ausencia. Los teléfonos móviles de sus dos portavoces (Waheed Umar por Karzai y Fazil Sangcharaki) estaban desconectados. Este diario trató de hablar con ellos sin éxito.

SIN SORPRESAS El enviado especial de EEUU, Richard Hoolbroke, llamó a la calma a ambos y restó importancia al incidente. Un hecho que no mejora las credenciales democráticas de ninguno de los dos principales aspirantes. "Sabíamos que iba a ser una elección disputada; no me sorprendería si vemos a candidatos reclamando la victoria o denunciando fraude en los próximos días", aseguró. El portavoz-jefe de la Comisión Electoral Independiente, Mohamed Farid Afghanzai, se limitó a encogerse de hombros y a proclamar que era pronto y que desconocía los datos que ambos manejaban. Con el recuento en pañales, Bashardost no se atrevió a formular denuncias concretas de fraude electoral, más allá de la planteada durante el día de las elecciones acerca de la facilidad de borrar la tinta indeleble en el dedo índice. "No se trata de si las elecciones serán fraudulentas o no; en un país como Afganistán, la cuestión sobre la mesa es si el fraude será lo suficientemente amplio como para modificar la voluntad popular", declaró. "Me temo que nunca sabremos la verdad sobre lo sucedido en estos comicios" , dijo Bashardost.

Ayer aún no se sabía la tasa de participación oficial. La previsión de la CEI es que oscilará entre "el 45% y el 50% del electorado", es decir, menos de la mitad de los 15 millones de votantes registrados. El jueves, los colegios electorales en Kabul estaban semivacíos. El enviado especial de este diario visitó seis y solo dos registraban un cierto movimiento de votantes, aunque sin las largas colas del 2004.