La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, armó ayer su nuevo equipo de Gobierno con retazos de las viejas y cuestionadas estructuras. Nunca se fueron tantos ministros al mismo tiempo. Pero muchos creen que los cambios fueron hechos para que siga todo igual. La facción disidente del peronismo, el partido que está en el poder, así como la variopinta oposición aseguraron que CFK y su marido, el expresidente Néstor Kirchner, no han escuchado el grito de los comicios parlamentarios del 28 de junio, cuando siete de cada 10 argentinos le dijeron no al matrimonio.

"PETICION DE CAMBIOS" "Si la gente votó de una manera determinada es porque pide cambios de algunas políticas", reconoció Aníbal Fernández, quien pasó del Ministerio de Justicia a la jefatura de Gabinete. Ocurrió otra cosa. Néstor Kirchner, el gran derrotado de la contienda electoral, colocó en el Gabinete de su esposa a un grupo de hombres leales que ya estaban en el Gobierno. Entre los que salieron destaca Carlos Fernández, un ministro de Economía que casi nunca habló en público.

El principal malestar de la oposición se relaciona con la permanencia del ministro de Obras Públicas, Julio de Vido, y especialmente de Guillermo Moreno, un secretario de Comercio acusado de falsear las estadísticas oficiales sobre la inflación. "El kirchnerismo puro está intacto", dijo el líder de la Unión Cívica Radical, Gerardo Morales. "Kirchner y Moreno se tienen que ir", reclamó Francisco de Narváez, el magnate de origen colombiano que, al frente del peronismo disidente, venció al exmandatario a final de junio.