Desde la intervención militar de Estados Unidos en Irak, en marzo del 2003, a la que Francia se opuso, ningún miembro de un Gobierno francés había pisado suelo iraquí. Ayer, el ministro de Exteriores de Nicolas Sarkozy, el socialista Bernard Kouchner, cerró su periplo de tres días en Bagdad defendiendo el giro de la diplomacia francesa en la zona.

La visita de Kouchner, que en su día apoyó una intervención militar en contra de la opinión de su partido, ha marcado una nueva etapa de la relación entre Francia e Irak. Después de que Sarkozy estrechara este verano los lazos con el presidente Bush, el ministro de Exteriores ha puesto el hilo a la aguja poniendo cuidado en no renegar de la posición mantenida hasta ahora por Francia. "Antes había una actitud que consistía en decir que no teníamos nada que ver, que la situación era demasiado desastrosa para ocuparse. Pues bien, no es esta la actitud de la Francia actual".

Kouchner resumió así el espíritu con el que la diplomacia francesa quiere contribuir a "devolver la esperanza" al pueblo iraquí. No obstante, advirtió que Francia sigue apoyando una intervención de la ONU y que "no hay una solución militar" para Irak.