El Kremlin dio ayer rienda suelta a la euforia, una vez finalizado el recuento de los votos en la consulta sobre la reforma electoral que permitirá al presidente de Rusia, Vladímir Putin, permanecer en el poder hasta el 2036 si ese es su deseo. Ignorando todas las críticas realizadas por observadores independientes y las denuncias de manipulación e irregularidades vertidas en los medios de comunicación que escapan del control gubernamental, el portavoz presidencial, Dmitri Peskov, destacó que el resultado demuestra el alto grado de confianza que los ciudadanos depositan en Putin.

«Esto es considerado definitivamente un triunfo; lo que tuvo lugar fue en efecto un victorioso referéndum sobre la confianza en Putin», declaró Peskov. Esta valoración contradice lo que han venido señalando en las últimas semanas las encuestas realizadas por los institutos de opinión independientes, que cifran en cerca de un 60% su índice de popularidad, que, pese a ser aún elevado, es el más bajo desde su llegada al poder, y la menguante confianza que merece su gestión, que se había reducido al 28%.

DATOS DISPARES / Estos datos están muy alejados de los resultados finales difundidos por la Comisión Electoral Central: cerca del 78% de los votantes aprobaron el paquete de enmiendas a la Carta Magna rusa, con una participación superior al 67%.

Por contra, el líder opositor Alekséi Navalny cargó las tintas en las irregularidades denunciadas, e indicó que su movimiento «nunca reconocerá» los resultados de la votación, lo que implica considerar como «ilegítimos» los cambios introducidos en la Constitución.

El popular bloguero anticorrupción descartó por el momento movilizaciones callejeras de sus partidarios, aunque prometió convocar a sus seguidores en otoño si a sus aspirantes se les impide presentar sus candidaturas en las próximas citas electorales, en concreto en los comicios que tendrán lugar tras el verano en varias regiones.

La consulta suscitó también reacciones internacionales. Desde Washington, el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Morgan Ortagus, evocó «la coerción de los electores, las presiones a los opositores y las restricciones a los observadores». Su colega de la Unión Europea (UE), Peter Stano, instó a Moscú a no quedarse en la superficie e investigar las denuncias de manipulación.