La muerte en Londres del exespía ruso Aleksandr Litvinenko ha ofrecido al mundo un rompecabezas propio de una novela de Le Carré. Las pistas del material radiactivo conducen a Rusia, según los primeros datos de la investigación de Scotland Yard. Pero los motivos y los autores siguen siendo desconocidos.

Mientras Occidente busca la "mano del KGB" tras la muerte de Litvinenko, un político liberal próximo al Kremlin ha acusado a Boris Berezovski, exmagnate mediático ruso exiliado en Londres, de organizar el envenenamiento para "desestabilizar el poder". Litvinenko dejó su país tras firmar, en 1998, que había recibido la orden de asesinar a Berezovski.

El magnate, la bestia negra del Kremlin, financió la huida de Litvinenko de Rusia en el 2000. Y Litvinenko siguió sus denuncias en Londres. La otra víctima por envenenamiento en Dublín, el exprimer ministro y asesor económico del Kremlin, Yegor Gaidar, dio la razón a los que acusan a Berezovski, al pedir asilo en el consulado ruso la noche antes de regresar a Moscú. D. P.