El presidente del Gobierno regional del Kurdistán iraquí (KRG), Masoud Barzaní, está preocupado. Desde hace semanas, desde que se celebró el referéndum de independencia kurdo, Barzaní no ha aparecido en escena. Está, según los miembros de su Ejecutivo, intentando buscar una solución al conflicto. Pero hasta la fecha no ha habido ninguna negociación y el Kurdistán iraquí se ha ido quedando apartado, solo en una región donde -aparte de Israel- no tiene ningún amigo.

Bagdad, la semana pasada, inició una ofensiva militar para tomar Kirkuk, una de las ciudades en disputa con Erbil, capital del Kurdistán iraquí. Los peshmerga, los soldados del Ejército kurdo, se retiraron. La ciudad y sus reservas de petróleo están, ahora, controladas por el Gobierno central de Irak. Y en Erbil asusta una nueva intervención militar.

Por esto, «para rebajar la tensión», el KRG anunció ayer la congelación del resultado del referéndum del 25 de septiembre. «Hemos pedido la suspensión temporal, no la cancelación, del resultado porque no queremos que la tensión escale más. Porque Irak nos está atacando», dice a este diario Janghis Awakalay, dirigente del Partido Democrático del Kurdistán (KDP), la formación de Barzaní.

NEGATIVA A NEGOCIAR / El presidente del Kurdistán iraquí, de hecho, cuando convocó el referéndum, afirmó que lo hacía para, después, poder empezar a negociar con Bagdad la independencia. El referéndum se celebró, ganó el sí y Bagdad, como ya había anunciado antes, se negó a sentarse a negociar: «No hablaremos con nadie que no respete la Constitución de Irak», alegó el primer ministro del país, Haider al Abadi.

«No creemos que convocar el referéndum fuese un error. Al contrario. Nosotros queríamos resolver el estatus quo. Sin embargo, ahora hemos congelado su resultado, y esperamos que este paso de buena voluntad sirva para que Bagdad se siente a dialogar. Queremos que las operaciones militares acaben. La violencia no ayuda a nadie», dice Awakalay.

El anuncio de la congelación llegó el mismo día en el que Abadi viajaba a Ankara para reunirse con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, antes aliado de Barzaní pero que tras la celebración de referéndum ha girado la espalda a Erbil. Erdogan consideró la votación una traición y dijo que, si los kurdos iraquís no se echaban atrás, Turquía les podría obligar a pasar hambre.

«Hemos reiterado muchas veces nuestra posición contraria a ese referéndum ilegítimo. Hoy sigue siendo la misma», dijo ayer Erdogan en rueda de prensa tras reunirse con Abadi en el palacio presidencial de Ankara. Ni Erdogan ni Abadi mencionaron durante su declaración pública el anuncio del Kurdistán iraquí. Sí que hablaron, en cambio, de la lucha contra el Estado Islámico y de petróleo. Un asunto controvertido: Turquía compraba antes crudo a los kurdos iraquís. Ahora quiere tratar este asunto directamente con Bagdad.

UN «ASUNTO INTERNO» / Barzaní no quiere la interferencia de los demás países en la cuestión del referéndum. Solo quiere sentarse a hablar con el Gobierno central iraquí: «El referéndum fue un asunto interno entre Bagdad y Erbil, y no queremos que ni Turquía ni Irán se entrometan», comenta Awakalay. De hecho. Irán, tras el anuncio del KRG, ha dicho que reabrirá su frontera con el Kurdistán iraquí en los próximos días. Teherán cerró esa frontera el mismo día de la votación, el 25 de septiembre.

Si las negociaciones no se retoman, el KRG dice tener un plan b. «Esperamos que no pase, pero si Bagdad no se sienta a negociar, estamos dispuestos a todo. Absolutamente a todo. Si hace falta, defenderemos el Kurdistán con las armas. Habrá sangre, batalla y fuego. Morirá gente», asegura Awakalay.

«Ahora mismo tenemos dos millones de refugiados en nuestro territorio. Y si todo esto pasa se tendrán que marchar. Si después de nuestro gesto vemos otra amenaza militar por parte de Irak, la contestaremos. Esperamos que no pase, pero estamos preparados para lo peor», advierte Awakalay.