Su fuerza icónica es incomparable: un hombre menudo, con dos bolsas de plástico, enfrentándose y ganando a una columna de tanques. Es una foto lejana y borrosa, pero que resume lo mejor y lo peor de la condición humana.

Una grabación de vídeo desde el Hotel Beijing muestra una veintena de tanques avanzando por la avenida Chang An, que limita Tiananmén por el norte. Los disparos habían empezado la noche antes, así que nadie duda ya de las intenciones de los soldados. La multitud se aparta al paso del convoy, pero un hombre salta a la calzada y se interpone. El conductor intenta esquivarlo, pero el hombre se coloca delante de nuevo. Sube a la máquina, golpea la escotilla con sus nudillos y le dice algo al conductor. Quizá le pide que deje de disparar. Un grupo de manifestantes corre hacia él y se lo lleva.

Veinte años después, aquel hombre es conocido aún como el Hombre Tanque o el Rebelde Desconocido . Su identidad es el fracaso de sinólogos y periodistas, que discuten múltiples hipótesis. La clave de su destino son esos hombres que se lo llevaron. Si eran amigos, pudo salvarse. Si eran policías de paisano, difícilmente.

La revista Life calificó la foto como una de las 100 que cambiaron el mundo y Time designó al Hombre Tanque como uno de los 20 grandes revolucionarios del siglo XX.