En una adaptación moderna del episodio homérico del Caballo de Troya, seis agentes llegaron hasta la garita de seguridad de la planta de La Seyne-sur-Mer, en plena Riviera francesa, escondidos en un contenedor. En uno de los hangares aguardaba parte de la estructura del reactor nuclear iraquí, construido por científicos franceses. Hubo entonces un accidente simulado a unos metros de la entrada. El guarda salió a ayudar a la mujer atropellada. Unos minutos después el hangar volaba por los aires, destruyendo el 60% del reactor de Sadam Husein.

La operación de aquel 5 de abril de 1979, descrita por el exagente del Mosad Victor Ostrovsky en su libro By way of deception, la reivindicó el desconocido Grupo de los Ecologistas Franceses, un nombre inventado para la ocasión por el entonces jefe de los servicios secretos israelís, Yitzhak Hofi. Hofi se plegaba así al aforismo bíblico que sirvió de lema al Mosad en sus inicios: "Por medio del engaño, así harás la guerra".

Durante dos años la operación Babilón siguió rodando. Un físico egipcio de la Comisión Atómica Iraquí y su concubina fueron asesinados en París. Dinero y sexo bastaron para chantajear a otro científico iraquí que entregó al Mosad los planos del reactor con el que Sadam pretendía iluminar Bagdad. En marzo de 1981, la aviación israelí borró para siempre el sueño nuclear de Sadam en Osirak.

DESDEN POR LAS FRONTERAS Fue una de las grandes proezas del Mosad, el servicio de espionaje creado en 1949 por el padre de la patria, David Ben Gurion. Desde entonces el Instituto --de su traducción del hebreo-- ha sido el brazo invisible de Israel en el extranjero, un servicio secreto audaz, expeditivo y despiadado, dedicado a rastrear los planes de los enemigos, sabotear su rearme, vengar muertes, lanzar rescates como el de Entebe (Uganda), abonar la guerra psicológica o facilitar la llegada de judíos a Israel. Con notable desdén por las fronteras y la soberanía de los países donde opera.

En Israel hay un pacto de silencio sobre sus operaciones, como se ha visto en el reciente asesinato del dirigente de Hamás en Dubái. No es fácil, por tanto, separar el mito de la realidad. La prensa solo puede hablar de ellas citando fuentes extranjeras. El visto bueno de las ejecuciones recae en el primer ministro.

Son muchas las hazañas con las que el Mosad ha tejido su aura legendaria. Como la captura en Argentina del arquitecto de la solución final, el nazi Adolf Eichmann, juzgado y ahorcado en Israel en 1962. O la peripecia del egipcio Eli Cohen, su espía más famoso, quien se infiltró en la cadena de mando siria y localizó sus defensas militares en la meseta del Golán antes de ser descubierto y ahorcado en una plaza pública. Su trabajo le sirvió a Israel para conquistar el Golán en 48 horas durante la guerra de los Seis Días (1967).

Tras la ocupación de Gaza y Cisjordania, los palestinos pasaron a ser la prioridad del Instituto, apoyado por una nutrida red de informadores y pisos francos en varias capitales del mundo. Aquel volantazo estuvo a punto de costarle caro en la guerra del Yom Kippur, un ataque que no previeron.

Steven Spielberg reconstruyó en Múnich la caza de los terroristas de Septiembre Negro que masacraron a 11 atletas israelís en las Olimpiadas de 1972. Roma, Atenas, Beirut o París sirvieron de escenario para aquella vendetta, bautizada como operación Ira de Dios. Camas bomba, teléfonos explosivos o agentes disfrazados de mujer, entre ellos Ehud Barak, fueron algunos de los métodos empleados.

Pero no todo han sido palmadas en la espalda para sus agentes. Hay pifias más graves que la de Dubái. Como el caso Lavon de 1954, la desarticulación en Egipto de una red dedicada a desestabilizar al régimen de Naser con atentados en cines, cafés e intereses occidentales.

ENTRE REJAS Años después, la surafricana Sylvia Raphael pasó cinco años entre rejas en Noruega por ejecutar a un camarero marroquí al que confundió con uno de los líderes de Septiembre Negro. Peores consecuencias tuvo la detención de los dos agentes que trataron de envenenar al hoy líder de Hamás, Jaled Meshal, en Ammán en 1997. Binyamin Netanyahu tuvo que entregar el antídoto y excarcelar al guía espiritual de los islamistas, Ahmed Yasin, después de que un colérico rey Husein amenazara con romper el tratado de paz.

Ahora, parece que la inteligencia israelí se ha centrado en Irán, la gran obsesión de Netanyahu. El Mosad sigue en guerra.