Casi 20 años después del final de la guerra civil, el fantasma del estado de excepción vuelve a planear sobre el Líbano. Apenas tres horas antes de concluir su mandato, el presidente saliente, el exgeneral Emile Lahoud, encargó al Ejército asumir la seguridad del país ante el vacío de poder al que se enfrenta. Como estaba previsto, Gobierno y oposición fracasaron en elegir por consenso a un nuevo jefe del Estado antes de que expirara el plazo marcado por la Constitución. Lahoud, además, dio el visto bueno a los militares para declarar el estado de excepción, que incluye la suspensión de derechos constitucionales si "la situación se sale de control".

El Ejecutivo de Siniora, que considera al ya expresidente un títere de Siria, rechazó la decisión, tildándola de "inconstitucional", y declaró su intención de ignorarla. El abismo se cierne mientras crece el hastío de la población con sus políticos. La mayoría de diputados se presentó en el Parlamento a la hora prevista para la votación. En el caso de los progubernamentales, llegaron en coches blindados y protegidos por fuerzas de seguridad.

UN GUION ESCRITO Pero sin pacto previo, el guión estaba escrito. La oposición cumplió su promesa de quedarse en los pasillos para impedir el quórum necesario de dos tercios. Tras esperar media hora, Berri levantó la sesión y aplazó la votación hasta el 30 de noviembre. Fue el quinto intento frustrado de elección desde el 25 de septiembre.

De acuerdo con la Constitución, el Gobierno debería asumir las competencias presidenciales tras quedar el cargo vacante. Pero Lahoud, como toda la oposición, niega la legitimidad del Ejecutivo, por no incluir a representantes chiís desde que los cuatro ministros de esta confesión abandonaran el Gabinete hace un año. "Ante cualquier paso de Siniora para hacerse cargo de los poderes presidenciales", amenazó ayer un diputado de Hizbulá, "la oposición tomará las calles para derrocar a su Gobierno por la fuerza".

La decisión de Lahoud no deja de ser esperada y, a la vez, posiblemente la menos mala, porque podría haber optado por dar el poder a la oposición. Este escenario, pesadilla de los libaneses, conduciría a dos gobiernos enfrentados y paralelos.

CLIMA ENRARECIDO A pesar del clima enrarecido, la jornada de ayer constató que ambos polos apuestan por la prudencia. Todos saben que un movimiento en falso abocaría al país a otra guerra. La coalición gubernamental reculó en su amenaza de elegir presidente por mayoría simple, que hubiera sido interpretado por la oposición como una declaración de guerra. "Seguiremos trabajando en busca del consenso para preservar la paz civil", dijo el líder druso, Walid Jumblatt.