Suele ser una pregunta trampa para un político. ¿Cuál es su libro favorito? Y hay que tener el remate a esa pelota bien preparado y engrasado para no correr el riesgo de a) quedar como un iletrado y b) ofrecer una imagen poco atractiva de tus intereses. El presidente electo, Donald Trump, no se libró de ser interrogado al respecto a lo largo de la campaña. Y aunque fingir no es lo suyo, en lo que respecta a los libros casi todo el tiempo ha jugado a driblar a los periodistas, con respuestas tan reveladoras como: “He leído pasajes, capítulos, no tengo tiempo”. O bien, con algo menos vago pero igualmente poco prometedor: “Me encantan los libros. Me encanta leer, cuando puedo hacerlo”. Todo ello sin el menor poder de convicción. Porque, ¿de verdad alguien ha podido creerse en algún momento que Trump era un lector voraz?

Los tiempos en los que la lista de lecturas para el verano de un presidente (como Obama, sin ir más lejos) contenía títulos como para satisfacer a cualquier buen lector han pasado definitivamente. Quizá había algo de pose en airearlas, porque pocos creían que realmente el presidente pudiera cumplir esos planes solo en unas vacaciones. Pero ahí está, ya para la historia, la excelente entrevista que el aún presidente le hizo a la escritora Marilynne Robinson publicada ‘The New York Times’. En ese sentido, Obama ha sido posiblemente uno de los presidentes más ilustrados; más incluso que Kennedy, que, pese a ser un buen lector de ensayos políticos (con Winston Churchill a la cabeza), confesaba sin sonrojo que con lo que más disfrutaba eran los libros de Ian Fleming, el creador de James Bond, puro 'pulp'.

Lo cierto es que la lectura no garantiza humanidad alguna. Tampoco nos hace necesariamente mejores. Hitler tenía una biblioteca de 16.000 volúmenes y leía compulsivamente, pero naturalmente solo títulos para reforzar su ideario. Trump también lanzó a la prensa en los inicios de su carrera electoral una lista, que es pura pose para la galería: Churchill, de nuevo (que compartía con Trump un claro etnocentrismo blanco, aunque, en descargo del líder británico, él era el producto de la era eduardiana), algunos títulos sobre China (su gran obsesión), un clásico de la ciencia política como 'El príncipe' de Maquiavelo, así como 'El arte de la guerra' de Sun Tzu, reconvertido hoy en un manual para líderes empresariales, además del imprescindible en cualquier lista presidencial Ralph Waldo Emerson, al que quizá Trump debería haber leído mejor. "El hombre de genio nos informa no de su riqueza, sino de la riqueza común", escribió este pensador abolicionista, más americano que los Corn Flakes.

ENTREVISTA EN FOX NEWS

Más visos de realidad tienen las respuestas que el multimillonario dio a bote pronto a la periodista Megyn Kelly, convencida republicana, en la famosa entrevista que le puso contra las cuerdas en Fox News, cuando salió a relucir la misoginia del entonces candidato. Lo que saltó a los titulares fue naturalmente esa faceta, pero Trump también dijo entonces cuáles eran sus libros favoritos y, naturalmente, no recordó a Churchill ni a Maquiavelo ni a Emerson.

Tres fueron los libros elegidos. El primero de su lista fue, y tratándose de Trump no sorprende en absoluto, un libro de Trump. Pero 'El arte de la negociación', a medias manual para los negocios (técnica que quiere llevar a la Administración estadounidense) y a medias memorias profesionales, no es del todo suyo. Quien realmente lo escribió fue el periodista Tony Schwartz, quien más tarde diría de él que “no tiene corazón, ni alma”.

Vamos con el título número dos. La Biblia. Trump no decepcionó y naturalmente puso el libro inspirado por Dios por detrás del suyo. Pero si tan solo un año antes fue incapaz de mencionar un solo pasaje o versículo, esta vez se aventuró a citar un consecuente “ojo por ojo, diente por diente” que molestó tanto a los judíos ortodoxos como a los cristianos, más partidarios, en teoría, de poner la otra mejilla. En otras ocasiones, ha llegado a inventarse las citas bíblicas. Solo es necesario decirlo con unción para que cuele.

Como Kelly le instó a añadir un título más, el candidato tuvo que estrujarse a fondo para recordar una vieja lectura. Fue 'Sin novedad en el frente', un 'best seller' de los años 30, escrito por el refugiado alemán Erich Maria Remarque. La feroz periodista le apretó las tuercas preguntándole por algo posterior al bachillerato y no, no le sacó un título más.