Después de que miles de personas asistieran entre lágrimas a los funerales de los ocho estudiantes talmúdicos acribillados el jueves en Jerusalén por un terrorista palestino, la organización palestina Hamás sembró la confusión sobre la autoría del atentado, atribuyéndoselo inicialmente para tratar de matizar más tarde. De lo que no parece haber dudas es de que los autores pretendían dinamitar el dubitativo proceso de paz. El lugar del ataque, la yeshiva de Mercaz Harav, es la cuna ideológica del sionismo mesiánico, donde estudian los líderes del movimiento colono, el principal enemigo en la sociedad israelí a un acuerdo de paz con los palestinos.

Tras la resaca de las celebraciones en Gaza por el atentado, varias mezquitas anunciaron por megafonía la autoría de Hamás. "La operación es una venganza a la muerte de nuestros hijos, especialmente los niños", dijo un portavoz en referencia a los 120 palestinos caídos en la última operación del Ejército israelí en la franja. Más tarde, su emisora de radio aseguró que la reivindicación se hizo de "manera prematura y en base a informaciones erróneas".

Mientras, en Jerusalén se oficiaron los responsos por los estudiantes asesinados. "Dios lo veía como un ángel y debemos darle gracias por darnos el privilegio de educarle durante 16 años", dijo la madre de uno de los jóvenes. Cada una de las víctimas, de entre 15 y 26 años, fue enterrada junto a un rollo de la Torá (Antiguo Testamento) manchado con su propia sangre. Todos ellos estudiaban el jueves en la biblioteca cuando un palestino del pueblo árabe de Jabal Mukaber, en Jerusalén Este, entró en el centro y abrió fuego a discreción.

El director de la yeshiva, Yacob Shapira, pidió un nuevo dirigente en el país: "Necesitamos un líder más fuerte y creyente".