Los líderes de la UE se pusieron hoy de acuerdo sobre el nuevo tratado que sustituirá a la fallida Constitución y que pretende modernizar las instituciones comunes y fortalecer la presencia de la Unión Europea en el mundo. El nuevo Tratado, que será firmado en Lisboa el 13 de diciembre, recibió finalmente el visto bueno de los 27 gobiernos de la Unión después de una dura negociación con Polonia e Italia y la aceptación parcial de las condiciones que planteaban para firmar el documento.

La presidencia de la UE, que desempeña Portugal este semestre, consiguió su propósito de sacar adelante el que se conocerá como "Tratado de Lisboa" tras negociar individualmente con Roma, que consigue un eurodiputado más, y Varsovia, que logra garantías adicionales para el ejercicio de su capacidad de bloqueo. "Es una victoria para Europa", dijo el primer ministro de Portugal, José Sócrates en una comparecencia ante la prensa en compañía del presidente de la Comisión Europea, el también portugués José Manuel Durâo Barroso. El resultado pone fin a seis años de disputas institucionales en el seno de la UE y a un período de parálisis que dará paso, a partir de este mismo viernes, a otrasprioridades mucho más relevantes para los ciudadanos, según recalcó Barroso.

El primer ministro luso habló con el presidente polaco, Lech Kaczynski, para que aceptara la fórmula de consenso propuesta, según fuentes portuguesas. Ésta consiste en recoger en una declaración la revisión del mecanismo del llamado "compromiso de Ioannina", que permite en circunstancias excepcionales suspender una decisión de la UE aunque no se disponga de la minoría necesaria para bloquearla, y añadir un protocolo al tratado donde se garantiza que dicho mecanismo sólo podrá modificarse por consenso. Según explicó el propio Sócrates, la fórmula fue propuesta a la delegación polaca después de la "foto de familia" de la cumbre, y su aceptación por el presidente Kaczynski abrió el camino para desbloquear el resto de los asuntos pendientes.

En particular, a Italia se la convenció concediéndole un diputado más de los que le atribuía la propuesta de reforma aprobada por el Parlamento Europeo (informe Lamassoure/Severin), lo que le permite igualar a Francia en 73 escaños a partir del 2009. El techo de 750 eurodiputados fijado por el tratado queda, en realidad, respetado, porque al presidente del Parlamento no se le contará como eurodiputado (750 más 1). Aunque el diputado adicional se adjudica ya a Italia, el reparto de escaños por países no se plasmará por escrito hasta que el propio Parlamento fije en diciembre la nueva distribución.

Un último ajuste institucional giró en torno a la designación del futuro Alto Representante de la Unión, cargo que ejerce el español Javier Solana. Los Veintisiete acordaron en que el nuevo Alto Representante será nombrado el 1 de enero del 2009, fecha de entrada en vigor del Tratado de Lisboa, pero de manera provisional hasta que pueda ser confirmado en noviembre cuando se constituya la nueva Comisión Europea, de la que será también vicepresidente.

A primeras horas de la cumbre habían sido ya superados los reparos que ponían al documento Bulgaria, la República Checa y Austria. Austria aceptó, como se esperaba, la oferta de la Comisión de dejar en suspenso durante un tiempo el procedimiento abierto por limitar el acceso de estudiantes extranjeros a sus universidades, mientras Bruselas y Viena negocian una solución al problema. Bulgaria consiguió el respaldo a su pretensión de que el nombre del "euro" se traduzca al cirílico como "evro", para que la pronunciación sea correcta aunque sus billetes serán los únicos de Europa con una letra diferente en la denominación de la moneda única. La República Checa, por su parte, renunció a las reivindicaciones que mantenía sobre la devolución de competencias a los estados miembros.

Antes de empezar la cumbre, Durao Barroso había apelado a la "buena voluntad" de los países miembros para sacar adelante el Tratado, cuya aprobación respaldaron los dos principales partidos europeos, el socialista y el popular, en sendas reuniones de líderes previas a la cita.

Entretanto, a pocos metros de las instalaciones del Parque de las Naciones, donde se celebraba la cumbre, cerca de 200.000 trabajadores protagonizaron una de las manifestaciones más multitudinarias de los últimos años en Lisboa. La protesta, convocada por la Confederación General de Trabajadores de Portugal (CGTP, de tendencia comunista), se produjo poco después del anuncio en Lisboa de un acuerdo entre gobiernos, sindicatos y patronales europeas sobre la "flexiseguridad", una mezcla de flexibilidad y seguridad, en el trabajo.