Lluvias torrenciales y fuertes vientos azotaron de nuevo el sur de Birmania. Ayer, el aguacero que caía en el delta del río Irauadi dificultaba enormemente las tareas de socorro y ayuda a las cerca de dos millones y medio de víctimas que resisten en la zona más castigada por el paso del ciclón Nargis hace dos semanas. Varios cooperantes internacionales aseguraron que muchos damnificados se agrupaban y suplicaban la llegada de ayuda en medio de ríos de lodo y debajo de una lluvia incesante.

Las previsiones meteorológicas prevén que los aguaceros, típicos en la época de monzones, continuarán durante todo el fin de semana. Los expertos creen que inundarán de nuevo la zona devastada, donde aún hay cientos de cadáveres flotando en el lodo. Ayer, el viento volvió a derribar árboles y postes eléctricos.

Pese a la situación calamitosa, la Junta militar insistió en que sus operaciones de ayuda funcionan sin contratiempos. Con dos semanas de retraso, el Gobierno reconoció, a través de la tele pública, que el Nargis ha dejado 77.738 muertos y 56.000 desaparecidos, cifras que se aproximan a las estimaciones de más de 100.000 muertos realizadas por organizaciones internacionales.

Entretanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió ayer de que sus trabajadores han empezado a detectar los primeros casos de cólera. Aun así, la OMS afirmó que no se puede hablar de epidemia y que lo más importante, por ahora, es que los recursos de la cooperación internacional lleguen a los damnificados. Según la Cruz Roja, entre un 15 y un 20% de los afectados han accedido a la ayuda.

NIÑOS, DEAMBULANDO Otro organismo internacional, la Unicef, alertó de que numerosos niños deambulan por las calles del delta de Irauadi después de perder a sus familias y a sus casas. Los menores son los más vulnerables a las enfermedades y reiteraron el peligro de que sufran abusos sexuales.

Pero las recomendaciones de los cooperantes internacionales caen en saco roto. Los militares siguen con su política de dejar pasar la ayuda con cuentagotas. El último ejemplo sucedió ayer cuando el comisario europeo para el Desarrollo, Louis Michel, tuvo que abandonar el país sin haber podido visitar el delta. Michel logró que la Junta se comprometa a dejar entrar hoy en la zona a un centenar de médicos de países de la región.