Irán tiene derecho a un programa nuclear para generar energía con fines pacíficos, como el que desarrolla Brasil. Lo que defendemos para nosotros, lo defendemos para otros", dijo ayer el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, frente a un más que complacido Mahmud Ahmadineyad. Su colega iraní devolvió el favor político y expresó el apoyo de Teherán a las aspiraciones brasileñas de ocupar una silla permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. "El sistema que surgió de la segunda guerra mundial ha sido el germen de muchos desórdenes del mundo, y llegó a su fin. Necesitamos un nuevo modelo", agregó.

La llegada de Ahmadineyad a Brasilia, en el marco de una gira que incluye a Venezuela y Bolivia, estuvo rodeada de turbulencias internas. "Lula, explícale a tu invitado qué son los derechos humanos". "Negar el Holocausto es igual a negar la esclavitud". Con esos carteles, unos 2.000 cariocas desfilaron por Ipanema para rechazar su presencia. "¿Usted cree que el programa nuclear iraní es para fines pacíficos?", rezaba otra de las pancartas que ayer se leyeron en Brasilia, a escasos metros del palacio donde se reunían los dos jefes de Estado. Una de las cosas que busca Ahmadineyad en Brasil es esa "cooperación nuclear", duramente criticada por la oposición.

CRITICAS OPOSITORAS José Serra, el líder del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, lamentó que su país, que es signatario del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, haya recibido "de brazos abiertos" al presidente de un Gobierno sospechoso de desarrollar armas atómicas y cuyo ministro de Defensa "es buscado por la Interpol" por su presunta responsabilidad en el atentado contra la mutual de la comunidad judía de Buenos Aires, que en julio de 1994 dejó 85 muertes. El encuentro entre Lula y Ahmadineyad se produjo cuando Irán ha iniciado ejercicios de defensa aérea a gran escala. Días atrás, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad propusieron a Teherán que su uranio sea enriquecido fuera del país y luego regrese como combustible para un reactor de investigación. Lula pareció aludir a esa oferta cuando le pidió a Irán colaborar con las potencias occidentales para encontrar "una solución justa".

La diplomacia brasileña conocía los beneficios y costes del viaje de Ahmadineyad. Y, en la búsqueda del equilibrio imposible, Lula recordó que su política exterior está basada en "el respeto de la diversidad". Consideró que "no sirve de nada dejarlo aislado" porque Teherán es una pieza importante en Oriente Medio.

Lula no quiere una alianza estratégica con Irán. Lo que a Brasil le interesa es ampliar su base de apoyo para jugar el anhelado papel de potencia emergente. En función de esos intereses estratégicos, se abstuvo de condenar en la ONU a los gobiernos africanos y abrió una sede diplomática en Corea del Norte.