El reloj pasaba de las nueve de la noche y una multitud seguía en pie. Las dos horas de espera, el calor que emanaba de la masa y la asfixiante humedad de Río de Janeiro no parecían importar. Apoyado en los hombros de su padre, el pequeño Alexandre, de 4 años, no podía esperar a que empezase su primer mitin. “Tranquilo hijo, el tío Lula ya viene”, le comentaba su padre Felipe, un ingeniero químico en Petrobras.

“Traigo a mi hijo para que vea con sus propios ojos al único hombre que hizo algo por Brasil”, explicó a EL PERIÓDICO este trabajador de la petrolera cuyo escándalo de corrupción evolucionó hacia la peor crisis política de las últimas décadas. De repente, una figura bajita y de apariencia rechoncha irrumpió en el escenario. A pesar de la ovación, su voz, rota por el paso de un cáncer de laringe, resultó inconfundible.

“Cuando me levantaba a las cuatro de la mañana para hacer las asambleas en la puerta de la fábrica me tomaba un coñac para calentar la garganta. Ahora que por recomendación médica solo bebo agua, mi garganta suena a coche viejo”, disparó nada más empezar el expresidente Luiz Inácio 'Lula' da Silva. Los aplausos de las50.000 personas que este lunes abarrotaron los famosos Arcos de Lapa, en pleno centro de Río de Janeiro, fueron una evidencia que la oposición de Brasil no quiso aceptar.

EL CANDIDATO MÁS POTENTE

Lula está de vuelta a la primerísima fila de la política brasileña, no como una vieja gloria sino como el candidato más potente a la presidencia de la República de Brasil. Según la última encuesta del Instituto Datafolha, el líder histórico del Partido de los Trabajadores (PT) ha conseguido desbancar a sus rivales en las intenciones de voto con una aprobación del 21% frente al 19% del senador Aécio Neves, señalado ahora por la corrupción, o el 17% de la ecologista Marina Silva.

Ni las dos investigaciones en su contra en la justicia federal, ni las filtraciones del juez Sérgio Moro, ni siquiera la constante campaña de desprestigio de la cadena de televisión Globo, intentando mostrar a Lula como el único responsable de la corrupción, han conseguido hundir la imagen del expresidente. El viejo sindicalista tiene 36 millones de razones para seguir siendo el líder de la política en su país: los 36 millones de brasileños que los gobiernos del PT sacaron de la miseria extrema entre el 2003 y el 2016.

JÓVENES EN LA UNIVERSIDAD

“La élite brasileña nunca se preocupó de que los pobres estudiasen. Para ellos, el pobre tenía que ser limpiador o albañil mientras que sus hijos debían ser ingenieros. Dilma y yo hicimos más por ellos en 12 años que ellos en 100 años. Pusimos a 3,8 millones de jóvenes a estudiar en nuestras universidades y eso les revienta”, rugió Lula ante las decenas de sindicatos, intelectuales, artistas y movimientos sociales que aquel día tomaron la calle en defensa de su sucesora Dilma Rousseff y para condenar la manipulación mediática en torno al 'impeachment'.

Puede que el próximo domingo, la Cámara de los Diputadosdecida suspender el mandato de la presidenta Dilma Rousseff o que ella misma, fruto de la desesperación, opte por convocar elecciones anticipadas. Lo que está claro es que Lula no va a esperar al lunes para iniciar su campaña y eso es precisamente lo que sus rivales temen. La desgarrada voz de Lula ya resuena por todos los rincones de Brasil y recuerda a muchos por qué abandonó la presidencia con un 86% de aprobación. Si el “golpe” triunfa, Lula no esperará al 2018.