La decisión de Luiz Inácio Lula da Silva, Lula, de desobedecer al menos temporalmente la orden de arresto dictada por el juez Sérgio Moro mantiene a Brasil en vilo. El expresidente entre 2003 y 2010 y favorito en los comicios del 7 de octubre tenía plazo hasta las 17 horas del viernes para presentarse ante la policía Curitiba en el estado sureño de Paraná como paso previo a su entrada a la cárcel. Pero Lula decidió en cierto sentido intentar volver a sus orígenes de líder del movimiento obrero y virtualmente se acorazó en la sede del sindicato de los trabajadores metalúrgicos, en la periferia paulista donde forjó su leyenda en los años 80. Una multitud rodeó el edificio a lo largo del viernes y mantenía su vigilia durante la noche. Mientras, los abogados de Lula trataban de buscar una posible salida a un atolladero político en el que está metido Brasil entero.

Los medios no se ponían de acuerdo sobre los inminentes escenarios. Según 'Folha', Lula se entregaría a la policía el lunes. 'O Globo', en cambio, no descartaba que lo hiciera este mismo sábado, después de que se celebrara una misa en homenaje a su difunta esposa, Marisa Letícia Rocco. Gleisi Hoffmann, la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), aseguraba no obstante que el líder de esa formación permanecería dentro de la sede sindical. Pero, además, la defensa del ex mandatario presentó ante el Supremo Tribunal Federal (STF) un recurso de último momento para que se suspenda la orden de prisión dispuesta por Moro. Carmen Lúcia, la presidenta del STF cuyo voto inclinó a la máxima instancia judicial de ese país a denegarle a Lula un habeas corpus que le habría permitido proseguir su campaña proselitista hasta que concluya el juicio en su contra, le encargó al ministro Edson Fachin que se pronunciara al respecto de inmediato. Fachin fue uno de los integrantes del STF que rechazó el habeas corpus. Toda una señal. Por ahora, la justicia federal no ha declarado a Lula en rebeldía. No es un “forajido”.

SOBORNO

Lula fue sentenciado en dos instancias por haber aceptado como soborno de una constructora un departamento en el balneario paulista de Guarujá . Durante el juicio no se exhibió una sola prueba incriminatoria. El ex presidente nunca ocupó ese inmueble. Ni siquiera lo conoció. A los magistrados les bastó sin embargo con tener la “convicción” de que el delito existió. El ex mandatario llegó a la sede sindical dispuesto a convertirla en bastión y tribuna desde la cual le explicaría al país lo que está sucediendo. Pero ese discurso no tuvo lugar. Al parecer, los abogados le recomendaron prudencia. No se descartaba por completo que tomara la palabra el sábado. Millones de personas están expectantes de lo que sucede en esas manzanas de la periferia paulista a las que la policía desistió llegar para evitar un conflicto mayor.

El juez Moro, un declarado enemigo de Lula, sorprendió a propios y extraños cuando decretó la prisión del ex presidente. No habían pasado horas desde que se conociera el pronunciamiento del STF. En las tempranas horas del viernes, la prensa brasileña había descartado que Moro actuara tan rápido. El juez jugó una carta que tenía escondida, pero la jugada no salió como pensaba: Lula se resistió al acatamiento y provocó un verdadero tembladeral. Cayó la Bolsa, subió el dólar, el Gobierno quedó sin palabras. Más de 50 actos en defensa del fundador del PT se realizaron en todo el país. Algunos analistas consideran que Lula solo quiso ganar tiempo y generar condiciones políticas diferentes para una entrega que Estado, uno de los diarios más adversos a su figura, definió como “rendición”. Cerca suyo no se atreven siquiera a pronunciar esa palabra.

El PT confía en que la popularidad de Lula crecerá de una u otra manera: si el STF acepta el reclamo de último momento presentado por la defensa del ex presidente para que se suspenda la orden de arresto o si, finalmente, entra a la cárcel como el primer ex mandatario convertido en preso político de la historia brasileña. El PT y otras fuerzas de izquiera y progresistas ya se preparan para largas jornadas de lo que ya definieron como desobediencia pacífica. Muchos adversarios están desconcertados. “Paradójicamente, la inesperada orden de arresto contra el ex presidente Lula da Silva fue recibida con gran cautela por los dirigentes de partidos conservadores, férreos opositores del líder sindicalista, en su mayoría también investigados por corrupción”, señaló Jornal do Brasil.