Cuando los tres integrantes de la unidad 212 M.A.S.H. (en inglés, Hospital Quirúrgico Móvil del Ejército) entraron en el hospital de Al Qasidiya, en el corazón de Sadam City, el barrio shií de Bagdad, inmediatamente se hizo un silencio sepulcral. Sayed Hachem, estudiante de teología, coordinador y representante del clero shií en el centro hospitalario, apenas podía contener su nerviosismo. Hace 10 días, desde que el régimen iraquí del presidente Sadam Husein dejó de existir, es la Hawza (el establecimiento religioso shií) la que paga los salarios del personal sanitario, suministra medicinas y equipamientos, y mantiene a individuos armados en las entradas para mantener alejados a los saqueadores.

Los tres soldados, enfermeros y doctores norteamericanos de la unidad médica militar inmortalizada en una serie de televisión se movían como un pato en un garaje, vestidos con aparatosos chalecos antibalas y, desde luego, aparentando desconocer quién estaba al mando del centro hospitalario. Lo primero que hizo el mayor Michael Bozzo, al mando del grupo, fue pedir una reunión con el director del hospital con el fin de averiguar las principales necesidades.

INCOMUNICACION

Incapaz de entender una palabra de lo que decían los extranjeros, Sayed Hachem no podía ocultar la incomodidad que le producían los militares estadounidenses. Primero mintió. A través de un intérprete, les comunicó a los oficiales que la dirección del hospital estaba ausente. Luego, cuando la reunión fue inevitable, envió a ayudantes a dar consignas al oído al personal médico.

La conversación con el director del hospital, Weeam al Jauahri, transcurrió en un tono amable. "¿Qué les hace falta?", preguntó Bozzo, orgulloso de pertenecer a uno de los cuerpos más célebres del Ejército norteamericano. Respuesta: "Combustible para generadores, anestesia, oxígeno y ambulancias". "No hay agua, el sistema de cloacas no funciona y tenemos numerosos casos de tifus y de diarreas".

Todo parecía ir como la seda, hasta que llegó el momento de la verdad: "Necesita acaso seguridad. Podríamos colocar a soldados en la puerta", ofreció Bozzo. Caras de póquer de todos los asistentes a la reunión y un minuto de tenso silencio, que sólo se atrevió a romper el director. "Mire usted, ésta es una cuestión delicada; ésta es una sociedad muy conservadora, no creo que sea una buena idea".

NI EN PINTURA

Una forma educada de decir que no querían ver ni en pintura a las fuerzas de Estados Unidos por los alrededores y que serían más una fuente de problemas que una solución. La reunión se dio por terminada, y Bozzo y sus ayudantes se marcharon con una larga lista de suministros médicos a aportar. El corazón del estudiante de teología pareció recuperar su pulsación normal. La batalla entre Oriente y Occidente por el control del hospital se había saldado en favor del islamismo.

Sonrisas aparte, la conversación refleja el abismo que separa a las tropas norteamericanas de una gran parte de la población iraquí. La Hawza ha aprovechado el vacío de poder para extender su influencia dentro de la comunidad shií de Irak, ofreciendo seguridad y servicios básicos a la población. El clero ha demostrado tener reflejos para hacerle frente al caos causado por la guerra.

"Queremos demostrarles que podemos encargarnos de nuestros propios asuntos y que somos capaces de dirigir nuestra economía; no podemos cooperar con ellos ni siquiera para mantener la seguridad", concluyó Hachem. Y es que en Sadam City, ni los médicos de M.A.S.H. son bienvenidos.