La universidad francesa lleva meses en estado de ebullición. La reforma en el método de acceso a los estudios superiores que se pondrá en marcha el próximo curso académico generó las primeras protestas en noviembre. Entonces apenas eran audibles. Pero a finales de marzo la policía se empleó a fondo para expulsar a los estudiantes que bloqueaban el acceso a la Facultad de Derecho de Montpellier, y al rechazo a la ley se unió la irritación del movimiento estudiantil por la violencia de los antidisturbios.

Desde entonces, más de una decena de centros de las principales ciudades universitarias del país (entre ellas París, Lille, Grenoble, Rennes y Reims) mantienen un serio pulso con el Gobierno, alterando total o parcialmente el desarrollo de la actividad académica.

Los estudiantes exigen retirar la ley aprobada el pasado 8 de marzo porque consideran que Emmanuel Macron decreta el fin del acceso universal a la enseñanza superior al instaurar, por primera vez, un sistema de selección que dificulta la entrada en la universidad de los alumnos más desfavorecidos y agrava las desigualdades sociales.

Hasta ahora, Francia mantenía abiertas las puertas de la universidad a todos los alumnos con un título de bachillerato que aspirasen a continuar sus estudios, y para hacer frente al problema de acceso a las facultades más demandadas se recurría a un sorteo.

Ese método será sustituido por un sistema que establece una serie de requisitos previos, decididos por el centro universitario, para asignar las plazas. La reforma incluye un plan de orientación e información al alumnado para ayudarle a elegir carrera. El Gobierno defiende la medida para paliar el fracaso académico en el primer año de carrera -un 60% según el Ejecutivo- y niega que se trate de una selección pero, en un país donde el derecho a la educación es prácticamente sagrado, la nueva ley rompe con un tabú.

"La idea no es sólo que todo el mundo entre en la universidad, sino que pueda salir con un diploma", ha justificado la ministra de Enseñanza superior, Frédérique Vidal.

Un lugar para formar ciudadanos

Las cosas no se ven igual en Nanterre, la universidad de la periferia parisina que en Mayo del 68 encendió la mecha de la revuelta estudiantil. Tras la intervención policial del pasado 9 de abril, que se saldó con siete detenidos, sus alumnos celebran este miércoles una nueva asamblea general para decidir si siguen adelante con los bloqueos para impedir la celebración de exámenes.

En el césped del campus universitario, grupos de estudiantes debaten la estrategia a seguir. Además de criticar las nuevas modalidades de admisión, reclaman mayor inversión, más medios y la contratación de profesores. Quieren preservar el actual modelo de universidad que, aunque imperfecto, ven más igualitario que el nuevo.

"Multiplicar las exigencias para acceder a la universidad es catastrófico. Es pedirle a chicos de 16 años que se orienten hacia una carrera que puede determinar el resto de sus vidas. Tenemos derecho a no pensar qué vamos a hacer a los 30. La historia de la universidad en Francia es que se trata de un lugar donde se fomenta el pensamiento crítico, donde se forma a los ciudadanos. No es solo un diploma", cuenta Benjamin, alumno de master en Ciencias Políticas. A su colega Myriam, que comparte aula en el mismo master, le molesta la meritocracia que, a su juicio esconde la ley.

"Se va a valorar el conocimiento de lenguas extranjeras, los viajes, las actividades extraescolares y ese tipo de cosas que no todos los alumnos se pueden pagar. Además, la facultad es el último bastión que permite aprender sin un objetivo económico y eso lo queremos preservar. Es indispensable que todo el mundo tenga acceso porque nadie es más o merecedor de ello. Estamos en contra de la idea del mérito3, argumenta.

División en la comunidad educativa

La reforma divide a la comunidad educativa, aunque defensores y detractores coinciden en que cambia profundamente la concepción de la universidad francesa. El profesorado tiene dudas. Algunos comparten el argumento de que hay que acabar con el fracaso académico pero cuestionan el método acelerado del Gobierno y la falta de medios para aplicar la reforma.

"Nadie duda de que el próximo curso será complicado", señala en el diario ‘Mediapart’ Claudio Galderisi, docente en la Universidad de Poitiers. En el mismo medio Nicolas Offenstadt, profesor de la Sorbona, ve justificada la movilización estudiantil. "Es un mecanismo explícito de competencia. Normalmente, a un estudiante le vale con tener un título de bachiller para ir a la universidad. Punto", sostiene. Mientras, la profesora de derecho en Nanterre Anne Colin-Lebedev, admite que no todo el mundo está preparado para llegar a la universidad.

Macron, inflexible

Como ha hecho con el resto de su ambicioso plan reformista, Emmanuel Macron se mantiene inflexible ante el malestar del mundo universitario El presidente francés, quien el pasado agosto defendió en una entrevista en ‘Le Point’ que había que poner fin “al mito del acceso universitario para todos” considera minoritaria la protesta estudiantil y ha calificado de "agitadores profesionales" a los promotores de los bloqueos.

En vísperas de un Primero de Mayo que se prevé agitado, la policía sigue evacuando las facultades recalcitrantes. En la madrugada de este lunes ha desalojado de manera pacífica a unos 50 estudiantes de la universidad de París 3. Organizaciones como el Movimiento de Luchas Independientes han hecho un llamamiento a través de Facebook para que este miércoles “Macron y su mundo vivan una jornada infernal” .