Francia lleva casi cuarenta años dándose de bruces contra una política territorial que ha fracasado estrepitosamente en los barrios populares de las grandes ciudades donde la discriminación y la desigualdad social no han hecho más que aumentar. Emmanuel Macron ha decidido pues cambiar de filosofía y de método para intentar mejorar la situación de los habitantes de las banlieues, en su mayoría pobladas por franceses de origen inmigrante.

Durante un largo discurso pronunciado en el Elíseo ante alcaldes, empresarios y miembros de asociaciones, el presidente francés pidió una movilización general de todos los actores sociales para trabajar de manera coordinada e intentar cambiar las cosas.

Macron puso el acento en una mejora global de la economía para impulsar una política de «emancipación» que ofrezca a quienes viven en las zonas desfavorecidas las mismas oportunidades que al resto de los franceses, de manera que todos encuentren su «dignidad» en la República.

Macron no presentó un enésimo plan para las banlieues a largo plazo, como sus antecesores, ni asumió el informe encargado al exministro Jean Louis Borloo, responsable de política municipal durante la presidencia de Nicolas Sarkozy. Un informe que dibuja un panorama sombrío y propone destinar a los suburbios una enorme inversión.

En cambio, anunció medidas concretas cuyo grado de aplicación y eficacia se revisará periódicamente. Se trata de actuar en el ámbito de la educación, el empleo, la salud, la vivienda, la seguridad y la lucha contra la radicalización islamista, que encuentra en estas zonas terreno abonado.

Así, prometió 1.300 agentes de policía de proximidad; 30.000 becas para que alumnos de secundaria hagan prácticas en empresas y una inversión de 15.000 millones para la formación de jóvenes.