Los códigos de la mafia son claros: una vez entras no sales. Erich Rebasso obvió esa ley no escrita y optó por quebrar la omertá. “Lamento profundamente haber sido utilizado con fines delictivos”, confesó en el 2008 en una carta a la policía. Ágil, discreto y confiable, este abogado austríaco de 45 años formó parte de esta multinacional del crimen de traje y corbata, pilar fundamental de una estructura financiera corrupta conocida como ‘Lavandería Troika' con la que oligarcas y mafiosos rusos blanquearon miles de millones de euros de origen ilícito y que ahora ha destapado una investigación periodística del Organised Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP).

Todo empezó en noviembre del 2006 cuando durante una visita a Moscú le presentaron al empresario ruso Viatcheslav Dremin. Proveedor de servicios financieros, este le pidió su colaboración para esquivar la burocracia y transferir los fondos de sus clientes al extranjero. Rebasso aceptó y empezó a operar como intermediario. Aunque entre diciembre del 2006 y febrero del 2008 realizó 150 transacciones para blanquear más de 85 millones de euros, se desconoce la compensación que recibió por ello.

TESTAFERRO EN VIENA

Desde Rusia se transferían grandes sumas de dinero a las dos cuentas bancarias de la compañía austríaca de Rebasso, quien a su vez las enviaba al destinatario que le ordenaban a través de correos electrónicos anónimos. Como ha revelado la investigación, parte de ese dinero tenía un origen criminal. Una de las compañías a las que Dremin representaba, National Insurance, fue dirigida por Maxim Vedenin, empresario condenado a 19 años de prisión en el 2011 por robar y asesinar a dos mujeres e involucrado en otra trama corrupta que infló los precios del carburante en el aeropuerto moscovita de Sheremetyevo, estafando 35 millones de euros en impuestos.

El dinero sucio generado por esas tramas se lavaba a través de 'Lavandería Troika’ y su complejo sistema para esquivar las autoridades. Convertido en testaferro de esa estafa, Rebasso realizaba esas transacciones y creaba facturas falsas para justificarlas. Esas abultadas transferencias que nada tenían que ver con la empresa austríaca inquietaron a Raiffeisen, su banco. Rebasso presentó documentación en el 2007 acreditando que trabajaba para esas empresas rusas y, a priori, al banco le bastaron sus explicaciones.

Rebasso siguió trabajando para los rusos abriendo tres nuevas cuentas bancarias y actuando como puente para hacer fluir sumas de dinero aún más grandes. Poco después, en febrero del 2008, cesó su colaboración. “Principalmente porque el alcance (de la operación) sobrepasó mis opciones de control”, aseguró en su confesión. Lo cierto es que su banco había vuelto a revisar y a poner en duda sus cuentas.

ABSORBIDO POR EL SISTEMA

Fuera de juego, Rebasso empezó a recibir cartas de ciudadanos rusos que le acusaban de haberles robado. Según apuntó el abogado, los estafadores habrían engañado a terceros, ofreciéndoles una supuesta oportunidad de inversión lucrativa y entregándoles documentos falsificados de Rebasso con su firma. El dinero de las víctimas había sido absorbido por el sistema y él había sido el único señalado, foco de la ira y reclamaciones de las víctimas.

Fue entonces cuando confesó su periplo a la policía criminal. En el 2010 las autoridades cerraron el caso por falta de competencia jurisdiccional. Dos años más tarde, al salir de su oficina, Rebasso fue secuestrado por dos hombres que exigieron el pago de 435.000 euros. No hubo acuerdo y al cabo de tres semanas su cuerpo era hallado con signos de asfixia en un bosque cerca de Viena. Dos expolicías rusos fueron sentenciados a ocho y nueve años de prisión por la petición de rescate, pero no por secuestro ni asesinato. Casi siete años después aún se desconoce qué mano negra se esconde tras su muerte.