La pléyade de especialistas en Oriente Próximo anda estos días dividido. Acostumbrados durante cuatro años a coincidir en el escepticismo, la nueva atmósfera reinante en la zona ha creado dos bandos: los optimistas que creen que el conflicto ha entrado en una nueva y esperanzadora realidad y los que mantienen que Sharm el Sheij repite errores del pasado.

A10 treguas en cuatro años de alzamiento

A los pesimistas hay que darles la razón, por lo menos, en una cosa: cumbres como la de Sharm el Sheij y euforias como la actual ya se han producido antes durante la Intifada de Al Aqsa. Concretamente, los cuatro años de alzamiento palestino han visto 10 treguas de todo pelaje que han nacido con mayores o menores expectativas y que han acabado siempre igual: en baño de sangre. También ha habido en este tiempo cumbres, planes de seguridad e iniciativas diplomáticas de todo tipo --el plan Peres-Abú Alá, el plan Tenet, el Informe Mitchell, esa Hoja de ruta que nunca se ha aplicado-- que acumulan polvo en el baúl de la historia.

BNueva realidad tras la muerte de Arafat

Los optimistas argumentan que la muerte de Yasir Arafat en noviembre ha abierto una nueva realidad en la zona. Abú Mazen es un líder electo que apuesta por una solución diplomática y que cuenta, por primera vez en la larga historia del conflicto, con el inequívoco apoyo de la Casa Blanca. En este sentido, su falta de carisma incluso es positiva porque no se verá obligado a actuar como un símbolo, sino como un "pragmático" hombre de Estado. Del lado israelí, la desaparición de Arafat quita una excusa a un Ariel Sharon que, además, está dispuesto a evacuar los asentamientos de la franja de Gaza, un paso que es una decisión trascendente.

Esta corriente afirma que el nulo contenido político de la cumbre de Sharm el Sheij es una muestra de sentido común, porque no es razonable pasar a hablar de las cuestiones importantes del conflicto mientras sobre el terreno unos y otros se matan. Tal como estaban las cosas, el simple hecho de que la cumbre se haya celebrado es una buena noticia. Otro factor diferencial es que ambos pueblos están exhaustos y que sus líderes se han dado cuenta de que la única alternativa a la negociación es la guerra.

Por supuesto, a los optimistas tampoco los desalienta que la Administración de George Bush haya decidido supervisar el proceso pero no sentarse en la mesa con los protagonistas. A su juicio, Washington se ha dado cuenta de que un Estado palestino democrático y la paz en la zona es imprescindible para el Gran Oriente Próximo que está diseñando.

CLa misma vieja historia de siempre

No hay nada nuevo bajo el sol. Así se resume la postura de los pesimistas, quienes sostienen que cada parte sigue anclada en la misma posición. Israel exige como condición previa algo irrealizable --desmantelar las facciones armadas-- para evitar hablar de lo que es importante: los refugiados, las fronteras y Jerusalén. Los palestinos afirman que éste no es un conflicto de seguridad, y que los asuntos políticos no pueden obviarse. No sólo ha habido antes treguas, sino que el traspaso de seguridad de Gaza y varias ciudades de Cisjordania, la rácana liberación de prisioneros y otras medidas de "construcción de confianza" ya se han negociado y aplicado en varias ocasiones sin que se avanzara.

Y es que los procesos por etapas y los acuerdos interinos no han funcionado nunca porque Israel no se abstiene, mientras los negocia, de crear realidades sobre el terreno y porque cuanto más se dilate el calendario más posibilidades tienen los radicales palestinos de dinamitar las negociaciones. Incluso ahora, mientras el optimismo se extiende, Israel continúa construyendo el muro, planea quedarse con gran parte de Cisjordania a cambio de Gaza y no mejora las condiciones de vida de los palestinos que viven bajo ocupación.

Incluso si algún día Israel decide que los palestinos han cumplido con sus deberes de seguridad, las posturas sobre los grandes temas están tan alejadas como siempre. El pragmatismo de Abú Mazen es entendido por Israel como una rendición de los derechos palestinos, reconocidos por el derecho internacional. Algo que su gente, por muy cansada que esté, no va a permitir a Abú Mazen.