El estallido de la violencia es inminente en el aeropuerto internacional de Bangkok, donde la revuelta contra el Gobierno tailandés se ha hecho fuerte. La policía intentaba ayer que los rebeldes pusieran fin al secuestro del aeropuerto de Suvarnabhumi, que está sangrando la economía nacional, pero las esperanzas son remotas. El Ejecutivo del primer ministro Somchai Wongsawat, que ha tenido que huir de Bangkok, considera el uso de la fuerza solo como última opción. Los manifestantes han descartado marcharse y han prometido que "nadie podrá controlar su furia" si la policía usa la fuerza contra ellos.

Los seguidores de la Asamblea Democrática Popular (ADP) tomaron los aeropuertos de Suvarnabhumi y Don Muang el miércoles, aislando por aire el país y arruinando el turismo, lo que llevó al Gobierno a decretar el estado de excepción. Las peticiones de diálogo han sido desoídas tozudamente por los revolucionarios, que solo aceptan la dimisión del Ejecutivo.

Asumido que el diálogo es imposible, ambas partes ya toman posiciones en el escenario de "la batalla final", como han llamado los opositores a la escalada de violencia de esta semana. La ADP ha levantado barricadas en las vías de acceso al aeropuerto para registrar los vehículos e impedir que entren miembros de las fuerzas de seguridad. Los manifestantes, vestidos con chaquetas negras y máscaras y armados con palos de golf y porras, se muestran dispuestos a "luchar hasta morir". Mientras, un centenar de agentes antidisturbios ocupaban un hotel a 300 metros del aeropuerto.

AYUDA A LOS ESPAÑOLES Debido al conflicto, más de 300 españoles están atrapados en Tailandia. El Gobierno "está contactando con todos los españoles" en ese país "para prestarles asistencia y protección", aseguró desde Madrid la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.