"El primer ministro nos ha insultado; lo que ha hecho es como escupirnos a la cara", clamó ayer Katarina, una mujer húngara, afanándose en buscar para el periodista una expresión capaz de transmitir de un golpe la enorme humillación que sentía. A su lado, L zsló, un veterinario con unas gafas y un nudo de corbata enormes, no se aguantó y gritó: "Ferenc Gyurcsany nos ha tratado como a unos idiotas y ha hecho de los húngaros el hazmerreír de Europa".

El domingo, el primer ministro socialdemócrata reconoció la autenticidad de una grabación en la que se le oye decir que había engañado a los ciudadanos para ganar las elecciones. Desde entonces, ese profundo sentimiento de haber sido humillados por Gyurcsany es lo único en lo que los húngaros están de acuerdo en estas jornadas convulsas, en las que el país está dividido entre los que quieren que el primer ministro dimita y los que no; y entre la minoría que va a las manifestaciones en la plaza del Parlamento y la mayoría silenciosa que piensa que eso solo conducirá al caos.

REBELION A LA UCRANIANA "Yo le voté y quizá le votaría de nuevo, porque soy de izquierdas, pero lo que Gyurcsany ha hecho a su pueblo no tiene nombre", comenta María, una decidida estudiante que decidió no ir a la protesta que desde el domingo tiene lugar ante el Parlamento.

Allí acuden los más decididos, los que creen que están llevando a cabo el mismo tipo de revuelta que cambió los regímenes de Ucrania y Georgia. "Estoy aquí para echar al primer ministro, porque nos ha mentido y tiene el deber moral de dimitir", comentó Andraz, de 22 años, con greñas y sudadera.

El lunes por la noche fueron 3.000 los participantes. El martes, 10.000. Los dos días hubo incidentes. Los del martes se saldaron con 69 heridos, entre ellos cuatro policías que se encontraban en estado grave.

Convencidos de que el movimiento va a crecer cada día que pasa, el heterogéneo grupo que se ha puesto al frente de estas protestas, formado por neoliberales, antiguos disidentes del comunismo y políticos de ultraderecha, estaba ayer en conversaciones cara a crear una plataforma política para vehicular el movimiento opositor.

CUESTION DE DIAS "La dimisión de Gyurcsany es cuestión de días", avanzó convencido este intelectual, que aseguró: "Ya que la oposición el partido derechista Fidesz, capitaneado por Viktor Orban no asume su responsabilidad en estos días, nosotros sí que la asumimos y por eso nos constituimos políticamente". "Un liderazgo claro evitará que los violentos cometan actos vandálicos que rechazamos", agregó Gorka.