Era ya noche cerrada cuando el 28 de enero los militares egipcios salieron a la calle para reemplazar a la policía, tras su fracaso para frenar la revuelta popular. Su irrupción, sin disparar tiros ni reprimir la protesta, desató la euforia en una capital entregada a la guerrilla urbana contra la abusiva y corrupta policía. Enjambres de jóvenes se subieron a los carros blindados y besaron a los soldados, queridos por su aura de integridad y su reputación de neutralidad. Nueve días después, ni el régimen ni los manifestantes se dan por vencidos. La última palabra la sigue teniendo el Ejército.

Egipto no es una dictadura militar al estilo latinoamericano. Tradicionalmente, el Ejército se ha limitado a proteger las fronteras, sin interferir en los asuntos internos ni actuar contra la gente. "Su misión es proteger a la gente y no al régimen, y así se han comportado hasta ahora", dice Hassan Nafaa, politólogo y exasesor del candidato opositor Mohamed el Baradei.

¿Quiere esto decir que el Ejército es una institución neutral? No exactamente. Los militares son la columna vertebral del régimen desde que Nasser y sus Oficiales Libres derrocaran a la monarquía con un golpe de Estado, en 1952. Desde entonces no han mandado más que uniformados, primero Anwar Sadat y después Hosni Mubarak. La tropa disfruta de ayudas en vivienda o sanidad y la lealtad de los oficiales se premia designándolos gobernadores, alcaldes o embajadores. El Ejército controla gran parte de la economía en sectores como el cemento, el agua, la construcción, el turismo o el petróleo. Otra forma de retribuirles los servicios prestados es dándoles preferencia para adquirir lotes de tierra en las lucrativas regiones.

Al Ejército no le interesa que triunfe la revuelta porque, si se consuma la revolución que muchos desean, conduciría a la caída del régimen y a la desaparición de los militares de la vida civil. "El Ejército se ha convertido en un actor central en esta crisis pero, pase lo que pase, no quiere dejar de ser el establishment , así que no se ha posicionado a favor de ninguno de los bandos", asegura Nafaa.

Gamal no gobernará

Los manifestantes han logrado que Mubarak anunciara que su hijo Gamal no le sucederá. Buena noticia para los militares, que han contemplado el ascenso meteórico de Gamal y su camarilla de empresarios. La pregunta es si el Ejército podría rebelarse contra su comandante en jefe dando un golpe de Estado para apartarle del poder y preservarse en la nueva etapa. Mubarak trata de impedirlo. Ha nombrado a dos militares como vicepresidente (Omar Suleiman) y primer ministro (Ahmed Shafiq), y ha dejado al estamento castrense fuera de la investigación por corrupción. El Ejército, representado por Suleiman, ya ha comenzado a negociar la transición política en Egipto.