Durante su campaña a la presidencia de Venezuela, el candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski, recurrió con frecuencia a la imagen de la lucha entre David y Goliat para plasmar las dificultades con las que debía lidiar al enfrentar la maquinaria chavista. El domingo por la noche, al impugnar los resultados de los comicios, fue más explícito: "Yo no luché contra un candidato, sino contra el uso de todos los recursos públicos". No le falta razón.

La eliminación de las fronteras entre el partido (el Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV), el Estado y la llamada revolución bolivariana ha sido una de las características del chavismo durante sus 14 años en el poder.

Es una circunstancia que, sumada a la declarada voluntad hegemónica del grupo gobernante, ha terminado por plasmarse en procesos electorales que --como ha señalado el politólogo venezolano Ángel Álvarez-- "pueden ser libres pero no justos".