Digan lo que digan los argumentarios del PP --esos compendios de consignas para las ocasiones difíciles--, a Aznar le da miedo la calle. Lo demostró cuando encargó a su ministro Zaplana que le arreglara la cosa con los sindicatos tras la huelga del 20-J. Y éste cumplió --UGT y CCOO han visto satisfechas sus reivindicaciones-- y lo hizo sin reconocer la marcha atrás.Atemorizado por el clamor del sábado,

Aznar ensayó ayer la misma estrategia. Se presentó en el Congreso exhibiendo una postura muy distinta sobre el conflicto de Irak a la que había mantenido hasta ahora. Su coartada fue el acuerdo de la UE del lunes, más próximo a las tesis de Francia y Alemania que a las suyas. Pero el presidente olvidó ese pequeño detalle. E incluso se permitió el lujo de pasar al ataque retando al PSOE a apoyar el compromiso de los Quince. Trataba de demostrar que Zapatero es un líder de la algarada callejera y no un estadista listo para gobernar.