Una parte de Colombia se conmovió ayer con la marea humana que salió a exigir en las calles de las principales ciudades el fin de una violencia paramilitar de cifras escalofriantes: cuatro millones de desplazados, 15.000 desaparecidos, 3.000 personas halladas en fosas comunes, 2.500 sindicalistas y 1.700 indígenas asesinados, y seis millones de hectáreas de tierra robadas.

En la Plaza Bolívar de Bogotá, la multitud, formada por decenas de miles de personas, vestía de negro, en señal de luto perpetuo, o iba de blanco, para simbolizar el anhelo de una paz casi utópica. En la sede del Gobierno, se enteraban por la CNN de que Nicaragua rompía relaciones diplomáticas con Colombia en solidaridad con Ecuador, que hizo lo mismo hace dos días.

En el Palacio de Hacienda los teléfonos no paraban de sonar. Los empresarios preguntaban si la amenaza que lanzó ayer el presidente venezolano, Hugo Chávez, de nacionalizar las empresas colombianas y cortar las relaciones comerciales --que ascienden a 6.000 millones de dólares (3.900 millones de euros) anuales era solo una bravata o había que tomarla en serio.

La reunión del miércoles de la Organización de Estados Americanos ahuyentó los fantasmas que se originaron tras la incursión que lanzó el presidente colombiano, Alvaro Uribe, en suelo ecuatoriano, y acabó con la vida de Raúl Reyes, el número dos de las FARC. La diplomacia colombiana evitó una condena explícita pero no convenció a los países suramericanos de que hay que sancionar a Venezuela y Ecuador por "patrocinar el terrorismo".

Uribe, Chávez y su colega ecuatoriano, Rafael Correa, se verán hoy cara a cara en Santo Domingo, en la cumbre del Grupo de Río. Sin la presencia de EEUU, es posible que los países miembros sean aún más duros con Colombia. Pero Correa aún insiste en un dictamen categórico de la OEA. Si no lo hace, dijo en Managua mientras Ortega asentía, "habría que tirarla a la basura a la OEA".

Chávez, que ya cerró la embajada en Bogotá y envió a la frontera 10 batallones del Ejército, continúa su propia batalla con Uribe. "Yo me río de la amenaza de llevarme al Tribunal Penal Internacional; lo reto para ver quién sale condenado", dijo, al lado de Correa. El venezolano conjeturó que el presidente colombiano quedaría ante el tribunal como un "genocida". El tono de Chávez contrasta con las invocaciones a la calma de Brasil e incluso de Argentina.