Sus protestas vuelven a ser el pan de cada día. Si no es por la apertura de un aparcamiento en sabbath , es por la exhumación de tumbas judías o por la decisión de una multinacional de trabajar los sábados. Esta vez, docenas de miles de ultraortodoxos judíos se manifestaron ayer en Jerusalén y el bastión religioso de Bnei Brak contra la decisión del Tribunal Supremo de encarcelar durante dos semanas a 86 padres de familia de su comunidad. Les acusa de negarse a que sus hijas estudien con niñas judías de un origen étnico distinto.

El origen de la discordia hay que buscarlo en el instituto religioso para niñas de secundaria Beit Yaakov, del asentamiento judío ultraortodoxo de Emmanuel. El Supremo dictaminó en abril que el centro violaba la ley al separar a las alumnas de origen mizrahi (mundo árabe) de las de estirpe ashkenazi (Europa central y oriental), y le instó a acabar con la "discriminación étnica". Pero los padres se negaron y, como castigo, los jueces decidieron meterlos en prisión.

En la manifestación en Jerusalén, con casi 100.000 personas y presidida por carteles como Dios gobernará eternamente o Tribunal Supremo, fascista, las versiones diferían radicalmente de la aportada por el Supremo. "Están acusando al centro de racismo, cuando la separación es por motivos religiosos", decía Abraham Eisenbach. "Algunas de las niñas han recibido una educación más laxa, menos estricta con las leyes de la Torá, y es lógico que algunos padres se opongan a que sus hijas puedan adoptar los malos hábitos de otras", añadía.

Para Moshe Panath la sentencia "no tiene sentido", porque entre los padres rebeldes hay mizrahi. Panath cree que el Estado persigue a los ultraortodoxos, sobre todo después de que el Supremo haya ordenado retirar las subvenciones a los casados que estudian en escuelas talmúdicas. Para el Israel laico es una decisión justa, ya que el Estado no sufraga por defecto los posgrados universitarios, uno de los equivalentes en la educación laica.