Una multitud gigantesca seguía guardando cola anoche de forma ordenada durante un mínimo de cuatro horas para dar su último adiós al Papa en la basílica de San Pedro. Desde que se abrió la capilla ardiente, el lunes por la noche, el cadáver había recibido ya más de un millón de visitas, según los servicios italianos de Protección Civil. Los cardenales, que volvieron a reunirse por segundo día consecutivo para preparar el funeral del viernes y la sucesión del finado, no tomaron ayer ninguna decisión sobre la fecha de celebración del cónclave.

A la sesión de la congregación general acudieron 88 purpurados de los 183 posibles, sólo 23 más que en la jornada precedente. Quizá es una de las razones por las que aún no se ha fijado la fecha en la que los 117 electores estarán llamados a escoger al sucesor de Juan Pablo II, fallecido el pasado sábado a los 84 años. Tampoco se ha leído el testamento ante la congregación, aunque el grupo de dirigentes interinos del Vaticano sí ha tenido acceso a su contenido.

UN PAÑUELO EN EL ROSTRO Después de la celebración del encuentro de los príncipes de la Iglesia, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, despejó unas pocas incógnitas del sepelio. El féretro de ciprés con los restos del Papa polaco será colocado en un ataúd de plomo que, a su vez, será encajado en uno de olmo. La caja será enterrada en la tierra, como sucedió con Pablo VI, sin un sarcófago de piedra y mármol que le proteja.

Junto a los restos de Wojtyla se introducirá un saco de terciopelo con las medallas de su pontificado y un tubo de cobre con un pergamino con su biografía. El maestro de ceremonias de la Santa Sede, Piero Marini, agregó que, por vez primera, se cubriría el rostro del Pontífice con un pañuelo blanco de seda.

El portavoz del Vaticano confirmó que el Papa no había sido embalsamado, sino que únicamente se le había inyectado un líquido para protegerlo durante el periodo de exposición pública.

Pasa a la página siguiente