Si es sábado, toca protesta en Hong Kong. La excolonia británica entró ayer en su novena semana de turbulencias sociales contra la ley de extradición, el gobierno local y la presunta brutalidad policial. Son escenas ya muy trilladas, miles de estudiantes lanzando todo lo que encuentran a mano contra la policía y los agentes desalojando las calles con gases lacrimógenos. El cierre de establecimientos comerciales y las alteraciones del tráfico también forman parte del escenario al que se ha acostumbrado esta región de China.

La jornada deja la certeza del estancamiento de la crisis, sin final a la vista por la terquedad de los jóvenes por citarse cada fin de semana con la policía y sin ninguna intención de diálogo ni de su parte ni del gobierno.

ZONAS AJENAS / La manifestación de ayer solamente tenía que pasar por el barrio de Mongkok, pero pronto se extendió por zonas ajenas al recorrido oficial. Muchos jóvenes hongkoneses acabaron al caer la noche frente a la comisaría de Tsim Sha Tsui para encontrarse con la policía que tercamente les había rehuido durante las horas previas.

Durante una hora lanzaron huevos y piedras mediante una inédita catapulta y prendieron fuego en sus aledaños hasta que los agentes los desalojaron a los congregados con gases lacrimógenos.

La lucha se trasladó a Nathan Road, la principal vía comercial del distrito, en la que los agentes avanzaron sin encontrar demasiada oposición. Los antidisturbios ya desfilaban en calles desiertas a medianoche y solo quedaban por apagar pequeños focos de los más tenaces en otros puntos de la excolonia.

Este fin de semana ha sido señalado como decisivo en la dinámica de las protestas. Media docena de manifestaciones han sido programadas y mañana, cuando se espera la primera huelga general desde que Hong Kong regresó a China en 1997 con el compromiso de mantener hasta 2047 las estructuras establecidas por los británicos, servirá para medir el apoyo social a un movimiento que ha sumido en el caos a una de las principales capitales financieras de Asia.

Más relevante que las rutinarias escaramuzas entre los jóvenes y la policía es la fractura social entre los activistas prodemocráticos y los sectores que ansían algo de sosiego.

Las protestas que empezaron como oposición a la ley de extranjería y su suspensión temporal, que equivale en la práctica a su entierro, no han finiquitado la peor crisis social que ha sufrido Hong Kong en décadas.