La imagen del miércoles lo decía todo. Israel acababa de matar a los 19 civiles de Beit Janún; el primer ministro, el islamista Ismail Haniya, suspendía las negociaciones para lograr un Gobierno de unidad nacional; por doquier, de Al Fatá y de Hamás, surgía un clamor de venganza y se exigía la reanudación de los atentados suicidas... Y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás (Abú Mazen ), se fue del brazo de Haniya a donar sangre a un hospital de Yabalia, con él compartió los abucheos y con él, finalmente, abandonó el centro hospitalario por la puerta trasera. Y es que si su posición ya era complicada, la matanza de Beit Janún le ha dejado en una situación muy precaria.

Teóricamente, Abú Mazen es la apuesta de Occidente. Lo es, sin duda, de EEUU, que ya apostó por él con Yasir Arafat en vida. También es el palestino favorito de la UE, e incluso de Israel, aunque algunos ministros de Ehud Olmert no han dudado en llamarlo "irrelevante". Pero ninguno de estos tres actores del conflicto ponen las cosas fáciles al moderado líder en su pulso con Hamás, que hasta el momento solo ha deparado tiroteos callejeros, el riesgo de guerra civil y eternas y estériles conversaciones. Y cuando los portavoces de Abú Mazen, y los de Hamás, filtraban que un pacto para formar un Gobierno de unidad estaba cerca, Israel desató su campaña en Beit Janún, que culminó con la masacre del miércoles.

FUNERAL RABIOSO En el multitudinario, rabioso y triste funeral de ayer por las calles de Beit Janún, los féretros de los muertos estaban ornamentados con la bandera de Al Fatá, el partido de Abú Mazen. Y en Al Fatá milita Abdul Hakim Awad, el orador que, entre disparos al aire y escenas de dolor, enardeció a la multitud al afirmar: "El enemigo sionista solo entiende el lenguaje de la fuerza. Ojo por ojo y alma por alma. No habrá seguridad en Ashkelon, en Tel-Aviv ni en Haifa hasta que nuestra gente en Beit Janún esté segura".

Cuesta encontrar a un solo palestino que no esté convencido de que tras Beit Janún vendrá un gran atentado suicida, de esos que hace más de un año que no suceden. Y cuesta encontrar a alguno que no lo entienda, en voz baja o a gritos.

Por eso, negociar en estos momentos el reconocimiento de Israel o repartirse las carteras de un nuevo Gobierno bajo el boicot internacional no es fácil para Abú Mazen, que ni siquiera puede conseguir que Hamás e Israel se pongan de acuerdo para intercambiar al soldado capturado en junio por presos palestinos.

OFERTA Incluso Olmert ve que Abú Mazen necesita ayuda. Y ayer, el primer ministro israelí, al margen de achacar a un "error técnico" la masacre, ofreció al presidente palestino lo que no le ha concedido en casi dos años: una cumbre sin condiciones. Tras esta propuesta subyace que el Consejo de Seguridad de la ONU debatía anoche lo ocurrido en Beit Janún y que los países árabes aliados de Israel --Egipto y Jordania-- criticaron en términos muy duros al Estado hebreo.