Al menos 60 personas murieron ayer y más de 80 resultaron heridas en un doble atentado suicida perpetrado por militantes talibanes contra la principal fabrica estatal de armamento de Pakistán, situada en las afueras de Islamabad. Los suicidas hicieron estallar su carga de forma casi simultánea ante las puertas del complejo y en el momento del cambio de turno. Las explosiones alcanzaron de lleno a los empleados que salían de las instalaciones. El atentado pone a prueba a la frágil coalición del Gobierno paquistaní y sucede cuatro días después de que el general Pervez Musharraf dimitiera de la presidencia.

"Oímos una fuerte explosión. Salimos y estaba todo cubierto de humo. Había cuerpos destrozados por todas partes. Tratamos de llevar a los heridos al hospital, pero no había suficientes coches", explicó un testigo al canal televisión Dawn. Poco después del ataque un hombre fue detenido como sospechoso de haber colaborado en la masacre.

El ataque fue reivindicado por el grupo Tehrik-e-Taliban (TeT), que aúna a varias facciones talibanes de Pakistán. Su portavoz, Maulvi Umar, dijo que era la respuesta a las operaciones militares que el Ejército paquistaní lanzó hace algunas semanas en las zonas tribales en la frontera con Afganistán. Amenazó con nuevos ataques en la región del Punjab, la más prospera del país, si no se detiene la ofensiva en el distrito de Bajaur, donde en lo que va de mes han muerto más de medio millar de personas.

El primer ministro, Yusuf Raza Gilani, condenó el ataque y señaló que el Gobierno debe combatir "las raíces" del terrorismo en Pakistán. También abogó por el diálogo con la población de las zonas tribales, aunque rechazó hablar "con los militantes que amenazan la paz".