El mal funcionamiento de una bomba casera evitó ayer una nueva atrocidad terrorista en Londres. A las 8.20 horas el largo y único vagón sin compartimentos del metro en la Distric Line estaba lleno a rebosar. Era hora punta en la línea verde que une el este y el oeste de la capital. Fue en ese momento, en la estación de Parsons Green, al suroeste de la capital, cuando se oyó una explosión y tras una pausa, según los testigos, una «bola de fuego» alcanzó a algunos de ellos. El Estado Islámico ha reivindicado la autoría y Reino Unido ha elevado al máximo la alerta ante la posibilidad de otro atentado.

El Servicio Nacional de Salud (NHS) contabilizó 29 heridos atendidos en cuatro hospitales de la capital, ninguno de ellos de gravedad. La mayoría sufrió quemaduras y el resto magulladuras y contusiones al tratar de escapar en medio del pánico. A media tarde, ocho de ellos habían sido dados de alta. Se trata del quinto atentado que sufre el Reino Unido en lo que va de año. El único que no se ha cobrado víctimas mortales. Los otros cuatro acabaron con la vida de 36 personas.

A lo largo de la jornada, cientos de agentes concentraron sus esfuerzos en localizar a quien había dejado en el vagón el «artefacto explosivo improvisado», según lo describió el jefe de la unidad antiterrorista de la Policía Metropolitana, Mark Rowley. Escondida en una bolsa de supermercado, la bomba casera bastante primitiva estaba dentro de un cubo blanco de plástico del que salían cables y llamas tras el estallido.

El dispositivo llevaba adosado, según los medios británicos, un mecanismo de relojería, algo que resulta poco habitual. El detonador estalló pero, según los expertos que han visto las fotos del artefacto, no ocurrió lo mismo con la bomba, la carga principal, que aparentemente no llegó a hacerlo.

Esa no era la intención, sin duda, del autor del «cobarde ataque», que pretendía «causar daños importantes», según declaró la primera ministra Theresa May. Tras presidir una reunión con el Comité Nacional de Seguridad Cobra, May anunció que el nivel de alerta terrorista en el país se mantenía en el nivel de severo -el segundo más alto en la escala-, que después se elevó a crítico.

Los primeros servicios de socorro llegaron al lugar del incidente en apenas tres minutos, cuando la noticia y las primeras fotos se difundían ya en las redes sociales. Una docena de ambulancias, medio centenar de bomberos y agentes de la lucha antiterrorista fuertemente armados, junto a otros policías, tomaron control de la situación.

Los agentes acordonaron la zona en un radio de 50 metros por temor a nuevas explosiones, que no se produjeron.

INCIDENTE AISLADO / Scotland Yard reforzó el número de agentes en la red de transportes londinense, pero la impresión de las fuerzas de seguridad es que no se trató de un ataque coordinado, con la posibilidad inmediata de otros incidentes, o una campaña de bombas. Las primeras indagaciones se inclinaban más bien por un incidente aislado.

Las fuerzas antiterroristas que trabajan junto al Servicio de Inteligencia Interior (MI5) estaban revisando las filmaciones de las cámaras de seguridad, especialmente las de las cinco paradas que separan el final de la línea en Wimbledon y Parsons Green. De esa forma esperaban dar con el autor del ataque y saber en qué momento depositó la bolsa. La policía pidió la colaboración ciudadana para recabar información, fotos o videos que puedan ser de ayuda. Su prioridad es, además de identificar al autor, saber si tiene cómplices y si hay más ataques en preparación.

Las autoridades pidieron calma a la gente, pero también que estén alerta. El relato de los testigos del incidente hablan de momentos de pánico tras la explosión. Emma Stevie de 27 años que se hallaba en el tren se vio en medio de una «estampida humana», aplastada en las escaleras por los que trataban de salir.

MENORES EN EL METRO / «Me acurruqué junto a la barandilla. Me puse en posición fetal», declaró a la BBC, para añadir: «Había una mujer embarazada debajo de mí e intenté con todas mis fuerzas no aplastarla. Vi a un pobre niño con la cabeza abierta y con otras heridas. Fue horrible». Había también otros menores en el metro que iban camino de la escuela.