Theresa May ha salido al paso de todas las especulaciones que sostienen que podría aplazar de nuevo la votación de su acuerdo del brexit y aseguró ayer que se llevará a cabo pase lo que pase. «Vamos a celebrar la votación», afirmó la primera ministra británica en una entrevista para la BBC. El debate empezará este miércoles en el Parlamento y se extenderá a lo largo de cinco días. La decisiva votación se celebrará la semana próxima, aún por definir el día.

May, que tuvo que aplazar la votación en diciembre para evitar una derrota humillante, se mostró confiada de cara a hacerles cambiar de opinión. Explicó que les ofrecerá medidas específicas para Irlanda del Norte (sin precisar cuáles), que dará mayor voz al Parlamento para la siguiente etapa de las negociaciones -la de la futura relación comercial- y que espera poder demostrar que la UE da soluciones a las preocupaciones de los británicos.

Esta última medida se refiere a las garantías del plan de emergencia que exige la UE y que dejaría al país indefinidamente dentro de la unión aduanera y partes de la economía de la región británica de Irlanda del Norte dentro del mercado único en el caso de no alcanzar un acuerdo comercial durante el período de transición. «Aún estamos trabajando en esto», confesó May, que espera que los líderes europeos hagan concesiones de última hora para evitar una salida desordenada.

May necesita garantías de Bruselas sobre la frontera norirlandesa para convencer a los rebeldes de su partido y a los diez diputados del Partido Democrático Unionista (DUP) de Irlanda del Norte, que garantizan su mayoría parlamentaria y que siguen oponiéndose a su acuerdo. El exministro del brexit, David Davis, cree que cuanto más tarde se celebre la votación habrá más opciones de que la UE haga concesiones.

Una nueva encuesta publicada ayer por la empresa YouGov muestra que la mayoría de los británicos quieren un nuevo referéndum y que, si este se celebrara ahora, el 54% votaría por seguir en la UE y el 46% por salir, dando la vuelta al resultado de la consulta de junio del 2016, que fue de 52% a favor del brexit frente al 48% en contra. Sin embargo, la primera ministra ha vuelto a descartar por enésima vez una nueva consulta y adelantar las elecciones, como le pide el líder de la oposición, Jeremy Corbyn.

«Mis colegas me encomendaron materializar el brexit y esto es lo que voy a hacer», señaló May. Y avisó a sus críticos, y a todos aquellos que se oponen a su plan que si votan en contra se arriesgan a dañar la economía del país y la confianza en la democracia. May recordó que la única alternativa es una salida sin acuerdo y que eso llevará al país al caos y a un «territorio sin explorar».

Sin embargo, un grupo transversal de diputados de alto rango han presentado una enmienda que se votará mañana y que, de aprobarse, quitará al Tesoro los poderes para tirar adelante un brexit no pactado, si el plan de May es rechazado. Esto provocaría un cierre de Gobierno al estilo de Trump. Miembros del equipo de May admitieron que esto podría llevar a la «parálisis total» del Ejecutivo. «Nuestra enmienda bloquearía algunas de las facultades de la Tesorería sobre un brexit sin acuerdo a menos que el Parlamento votara por ello o pidiera una extensión del artículo 50», dijo la laborista Yvette Cooper, la líder del grupo.