La primera ministra británica, Theresa May, pidió ayer en Florencia un periodo transitorio de dos años después de la salida oficial del Reino Unido de la Unión Europea (UE), en la primavera del 2019. Ese periodo «de implementación», durante el cual los británicos seguirán contribuyendo al presupuesto comunitario, «puede ser de interés tanto para el Reino Unido como para la UE», señaló. A lo largo de ese tiempo seguirá vigente el principio de la libre circulación. May rechazó que dilatar la salida de la UE vaya a enfurecer a los políticos euroescépticos o a los británicos que optaron por el brexit en el referéndum. «El Gobierno quiere asegurarse de que cumplimos con el voto de la gente, de marcharnos de la Unión Europea, pero de que lo hacemos de una manera que no dañe ni perturbe la economía y la vida de la gente».

En el esperado discurso sobre el futuro del brexit, con el que pretendía desbloquear las negociaciones con Bruselas, la primera ministra británica fue poco concisa en los asuntos cruciales pendientes, después de tres rondas de discusiones que han dado poco de sí. Con respecto a la cantidad que Londres está dispuesto a pagar durante ese periodo transitorio, no mencionó ninguna cifra concreta. «El Reino Unido cumplirá con los compromisos presupuestarios adquiridos», se limitó a decir. Londres estaría proponiendo una cifra de en torno a 20 millones de euros para esos dos años. «Ningún país va a pagar más o recibir menos de lo esperado en los actuales presupuestos», afirmó May.

En cuanto a la situación de los ciudadanos europeos que residen en el Reino Unido, otro obstáculo crucial, May repitió que podrán permanecer en el país, pero deberán registrarse. Sus derechos «estarán garantizados por las leyes británicas», si bien en caso de disputa, «se tendrían en cuenta los dictámenes del Tribunal Europeo de Justicia».

May parece estar pidiendo un acuerdo final con la UE a medida. «Queremos ser una nación de mercado libre global, capaz de operar a nuestro modo». No se persigue el modelo noruego, muy próximo al mercado único; tampoco el modelo canadiense, que «restringiría el acceso en nuestros mutuos mercados y no beneficiaría a ninguna de nuestras economías».

May también aseguró que el Reino Unido estará «incondicionalmente comprometido con el mantenimiento de la seguridad en Europa» y ofrecerá a la UE un nuevo acuerdo en la materia. De otro problema pendiente, la frontera entre Irlanda del Norte y el sur de la isla solo señaló que ninguna de las dos partes quiere «un control fronterizo», que reavivaría las tensiones en la isla, pero no ofreció soluciones.

Mensaje conciliador / La primera ministra británica eligió para su discurso una sala de conferencias anexa a la bellísima iglesia del siglo XIV de Santa María Novella. El suyo fue un mensaje conciliador y optimista en el que dedicó nada menos que 30 minutos a describir las similitudes, en objetivos y principios, entre el Reino Unido y la UE. Una «historia compartida, desafíos compartidos, futuro compartido». Atrás quedó el tono desafiante de otros tiempos. «La salida del Reino Unido de la Unión Europea es inevitablemente un proceso difícil. Es en el interés de todos el que las negociaciones sean un éxito», advirtió. «Los ojos del mundo nos miran, pero si logramos ser imaginativos y creativos sobre la forma en que establezcamos nuestra relación, podemos ser optimistas sobre el futuro».

El problema de May es que no solo debe convencer a los miembros de la UE. También debe persuadir a los miembros de su propio equipo de Gobierno, que ayer estaban en primera fila escuchándola, en un gesto de fingida unidad que no engaña a nadie. ¿Sus palabras en Florencia serán suficiente para seguir adelante con la nueva y cuarta fase de las negociaciones, que arranca el lunes?

En Bruselas, el negociador jefe de la UE, Michel Barnier, alabó el «espíritu constructivo» mostrado por May, y la «voluntad de avanzar» en una negociación en la que el tiempo es un elemento vital, pero reclamó mayor claridad sobre las «implicaciones concretas» de sus palabras. El discurso, «debe traducirse en posiciones precisas en las negociaciones para hacer verdadero progreso», insistió. Barnier se refirió también a la necesidad de una solución para la cuestión de Irlanda del Norte.