La ventaja de Barack Obama en las encuestas significa que el demócrata tiene diferentes formas de ganar las elecciones. En cambio, el camino a la Casa Blanca de John McCain se ha simplificado. En desventaja económica a causa de estar financiado con fondos públicos (Obama renunció a ello y no tiene límite en su gasto), McCain planea dedicar este mes a destruir la imagen política de su adversario, a convertir estas elecciones en una opción entre Obama y él más allá de los programas.

Después de que la Cámara de Representantes aprobara el plan de rescate de Wall Street, McCain ya empezó a usar su estrategia, que no es nueva sino corregida y aumentada, ya que desde el principio los republicanos han planteado el pulso como una cuestión de personalidad. Su campaña emitió el vídeo ¿Quién es Barack Obama? en el que se acusa al demócrata de querer subir impuestos.

McCain está en la misma tesitura en la que se halló Hillary Clinton cuando su derrota matemática en las primarias era insuperable: cuestionar el juicio y la personalidad de Obama. Sin las ataduras partidistas de Clinton, McCain planea insistir en que Obama es un izquierdista, atacarle por sus propuestas fiscales y presentarlo como un elitista fuera de onda con el estadounidense medio (a pesar de que quien tiene siete mansiones es el republicano). "Os aseguro que vais a saber quién es el progresista y quién es el conservador, quién quiere subir vuestros impuestos y quién quiere bajarlos", dijo McCain en un mitin.

No es solo crítica política, se trata también de resucitar la "guerra de culturas", apelar a un factor que históricamente siempre juega a favor de la derecha: la supuesta elección entre los republicanos que son "como un estadounidense más" y los demócratas elitistas que han estudiado en buenas y caras universidades a los que se acusa de mirar por encima del hombro al "estadounidense medio". En este sentido, el papel de Sarah Palin es muy importante. Si bien es cierto que su errático comportamiento en las entrevistas ha dañado a la campaña de McCain, el populismo made in Alaska que Palin desplegó en su debate encaja a la perfección en esta estrategia.