Con el gesto serio y vestida de negro, la cancillera alemana, Angela Merkel, asumió una vez más la responsabilidad de su país en el comienzo de la guerra más terrible del siglo XX y la culpabilidad por la destrucción de Polonia, por el dolor causado y por el horror del Holocausto judío. "Con el ataque a Polonia comenzó el capítulo más trágico de la historia de Europa. La guerra desencadenada por Alemania trajo un sufrimiento indescriptible a muchos pueblos. Trajo años de injusticia, humillación y destrucción para Polonia y Europa", dijo Merkel al inicio de su discurso.

En una intervención de seis minutos, la cancillera alemana no pronunció ni una vez la palabra nazismo ni el nombre de Hitler. Así, Merkel subrayaba aún más el sentimiento de culpa del pueblo alemán, evitando desligarse del pasado. A diferencia de otros jefes de Gobierno, recordó a "los más de 60 millones de personas que perdieron sus vidas en la lucha y resistencia contra Alemania", y no contra los nazis. "Lo hacemos sin intentar reescribir la eterna responsabilidad histórica de Alemania".

Solemne, añadió que "las heridas de la segunda guerra mundial permanecerán para siempre". Y finalizó con una sentencia firme: "Me inclino ante todas las víctimas".

En su repaso de la historia de reconciliación de Europa que siguió a la segunda guerra mundial, Merkel quiso recordar el 20º aniversario de la caída del muro de Berlín, que se celebra este año en su país porque, según declaró, "el camino de Europa hacia la libertad no se completó hasta la caída del telón de acero".