La peor pesadilla posible. Nadie en el Reino Unido quería creer hasta hace sólo dos días que en el seno de su sociedad podían nacer y criarse jóvenes con tanto odio hacia el sistema socio-político en el que se formaron como para cometer la cadena de atentados suicidas que sacudió Londres el 7-J. Además, la alarma internacional era de tal calibre que la Unión Europea empezó a sentar las bases para crear un auténtico Gran Hermano continental, y Francia decidió suspender la libertad de circulación por sus fronteras a los ciudadanos de los países firmantes del tratado de Schengen.

Ayer, la sociedad británica no sólo tenía que intentar digerir que fueron cuatro de sus propios ciudadanos los que perpetraron el pasado jueves la matanza indiscriminada de más de medio centenar de personas, sino que también debía aprender a vivir bajo la amenaza de que comandos similares vuelvan a perpetrar atrocidades semejantes. Una vez confirmado el primer ataque suicida europeo oriundo, la veda se ha abierto.

ARTIFICIERO DE AL QAEDA Porque Scotland Yard tenía ya la certeza de que el cerebro de la masacre no fue ninguno de los cuatro jóvenes que perecieron con sus bombas en tres vagones de metro y un autobús, sino que fueron aleccionados y dirigidos por un quinto terrorista --seguramente un sicario de la red terrorista Al Qaeda superentrenado-- que preparó los explosivos, diseñó la operación y ahora sigue en libertad. El propio jefe de la Policía Metropolitana de Londres, Ian Blair, ha reconocido que es "probable" que Gran Bretaña sufra un nuevo ataque terrorista masivo, ya que es de esperar que el quinto hombre tenga otro grupo de fanáticos islamistas prestos al suicidio.

Todo ello les sigue pareciendo impensable a los británicos, para los que la amenaza terrorista siempre había sido externa a su cultura y valores. La conmoción la compartían los dirigentes de la comunidad musulmana, cuyo líder, Sir Iqbal Sacranie, proclamó que "nada en el islam puede jamás justificar las malignas acciones de los que pusieron las bombas".

UNA MADRASA EN PAKISTAN Los autores de la masacre eran cuatro jóvenes puramente británicos, aunque de origen paquistaní, de entre 19 y 30 años de edad. Uno de ellos, Shehzad Tanweer, de 22 años, pasó dos meses en una madrasa (escuela coránica) de Pakistán a finales del 2004 y principios del 2005, pero sus familiares aseguraron ayer al enviado especial de este diario en Leeds que "volvió al Reino Unido siendo el mismo".

Si ni siquiera sus padres --que poseen varios negocios de alimentación y están en buena situación económica-- se dieron cuenta del fanatismo de su hijo, no es de extrañar que las autoridades fueran incapaces de prever que el perverso fenómeno de los kamikazes estaba echando raíces en los suburbios de las grandes ciudades inglesas.

EL ENEMIGO EN CASA Ahora, quedan en papel mojado los planes iniciales elaborados por el Gobierno laborista de Tony Blair para combatir la penetración del fanatismo diferenciando entre los musulmanes británicos oriundos, presuntamente tolerantes, y los inmigrantes fundamentalistas que tratan de soliviantar a la comunidad islámica y tratan de justificar los crímenes más atroces con la supuesta "guerra santa" entre el islam y Occidente.

Conscientes de que el enemigo también está en casa, los ministros de Justicia e Interior de la Unión Europea decidieron reunirse a primeros del próximo mes de septiembre en Newcastle (Inglaterra) para poner en marcha un control absoluto de las comunicaciones telefónicas y de internet en Europa que, junto a la ya gigantesca red de cámaras de televisión en circuito cerrado situadas en los lugares públicos, conformará un Gran Hermano continental.

Mientras Francia reanudaba los antiguos controles fronterizos, en Italia se desencadenaba una oleada de redadas y registros a lo largo y ancho del país, con más de 200 operaciones policiales casi simultáneas --ejecutadas bajo el poder de las nuevas leyes antiterroristas, sin mandamientos judiciales-- que acabaron con la detención de 174 personas. Fue la mayor acción antiterrorista preventiva jamás realizada en Italia contra ciudadanos extranjeros.

Por su parte, la policía británica reemprendió a última hora de la noche de ayer las redadas, esta vez en la ciudad de Aylesbury, al noroeste de Londres. Después del 7-J nada va a ser como antes para una Europa acosada por su propia diversidad.