Ese bebé va a venir con el pan bajo el brazo y la banda presidencial", aseguró Carlos Menem la noche del jueves (madrugada del viernes en España) ante unas 40.000 personas que lo vitorearon en el estadio de fútbol de River Plate, en un espectacular acto de cierre de campaña, como si ya fuera el vencedor de la cita electoral que se celebrará mañana.

La victoria en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y la aparentemente exitosa fertilización in vitro de su esposa, la exmiss Mundo Cecilia Bolocco --que Menem, de 73 años, atribuyó a su condición de "semental"--, empezaron a caminar por el mismo andarivel cuando faltan horas para una votación crucial.

El hombre que gobernó Argentina entre 1989 y 1999 despojándose de la vieja liturgia peronista para convertirse en un nuevo profeta neoliberal ha cantado victoria antes de que hablen las urnas. Las encuestas, en principio, lo favorecen. Hace un año, en medio del colapso económico y social, su figura era rechazada por más del 70% de los argentinos, y la intención de voto no superaba el 5%. Los analistas políticos no coinciden cuando se trata de explicar qué fue lo que pasó.

UN VOTO A LA NOSTALGIA

Algunos aseguran que siempre existió un "voto vergonzante" --y a la vez nostálgico: de los tiempos de paridad del peso con el dólar-- que lo favoreció. Otros creen que Menem ha ganado popularidad entre la clase media por su osada propuesta de frenar el conflicto social y la delincuencia con los militares en la calle.

"Soy el auténtico discípulo del teniente general Juan Domingo Perón y de Eva Perón", dijo. También reclaman la legitimidad genética los otros dos candidatos peronistas, Néstor Kirchner, delfín del actual presidente, Eduardo Duhalde, y Adolfo Rodríguez Saá, que gobernó el país tan sólo una semana durante la crisis de diciembre del 2001, cuando declaró la suspensión de pagos de la deuda externa.

Pero sólo Menem se siente ligado a la lógica del espectáculo: cerró el acto más importante de la campaña electoral argentina sobre un escenario gigante. Su voz cavernosa, por momentos cansada, se desprendía de enormes columnas de sonido con música superpuesta, como si fuera la de una estrella de rock.

"Vuelvo para corregir errores del pasado, con hombres y mujeres nuevos", dijo, antes de ser despedido con un espectáculo de fuegos artificiales.

El echar mano de un pasado feliz ha sido una constante de su discurso. "No me hablen los idiotas de la herencia recibida. Con Menem, los argentinos estábamos mejor", aseguró. Y, de paso, prometió "alimentos gratis para los necesitados. Y si hacen falta medicamentos, también".

´EFECTO LE PEN´

La multitud llegó al estadio en autobuses alquilados, previo reparto de comida. Según varios periódicos de la capital, cada persona recibió 30 euros (5.000 pesetas). Un sello en el brazo era la prueba de asistencia. Menem no quiere un segundo puesto mañana. Sus adversarios temen que lance a su gente a las calles para repudiar un supuesto fraude. La necesidad de una victoria contundente en la primera vuelta le permitiría ahuyentar los fantasmas de un efecto Le Pen el 18 de mayo. Pues en la segunda vuelta, la aversión a su candidatura puede ser mayor que las adhesiones.