Roma, estación ferroviaria central de Termini, a las 22,35 horas. El intercity nocturno 774 parte hacia Milán. Es el tren de los refugiados sudaneses, eritreos, afganos, sirios. Todos niños y adolescentes de entre 14 y 16 años. Todos sin papales. Viajan en grupos y llevan mochilas con un móvil, el dinero que les queda, apuntes con sus nombres y los de los contactos hallados por el camino a los que les une el común objetivo de alcanzar el norte de Europa. Escuchan músicas de sus países y disponen de un billete regular, con descuento para menores. Algunos se esconden entre y debajo de los asientos. Llegarán hacia las ocho de la mañana.

Un poco más allá del intercity 744, cerca del paso automovilístico que transcurre por debajo de las vías, otros grupos de adolescentes esperan a que lleguen adultos occidentales para irse con ellos un rato, comer un plato caliente en sus casas y volver de noche al centro de acogida. Tienen los papeles en regla. Al día siguiente, desde un Money Transfer, enviarán lo ganado a sus familias. Al igual que los que han subido al tren, actúan como si todo fuera ordinario. No sonríen y van a la suya.

Tapones en Como y Milán

Los franceses han cerrado la frontera de Ventimiglia y los suizos la de Chiasso, que controlan con 'drones', por lo que, al llegar a su destino, los adolescentes que han viajado de noche subirán a microbuses y coches puestos a disposición por una red de más de 100 paquistanís y afganos hasta Como, en la frontera italiana con Suiza. O permanecerán en la estación de Milán. Las dos ciudades funcionan como tapones que les impiden “llegar a Europa”. Hay 500 personas deambulando en Como, la mitad menores, y 3.200 en Milán, el 30% adolescentes.

En 2014 atravesaron Italia 13.000 menores no acompañados, que un día, a 5.000 o 7.000 kilómetros de distancia, fueron entregados por sus familias, vendidos o cedidos a cambio de un préstamo, atraficantes que les habrían llevado “hasta la barca que va a Italia”, según ha explicado una chica de Níger.

En 2015 los menores llegados a Italia fueron 12.360, según UNICEF. En lo que va de año, ya son 11.520, más de mil por mes. En Libia esperan otros 235.000 refugiados e inmigrantes. Una tercera parte son menores de edad que viajan solos.

La mayoría viajan solos

La ONU estima que los inmigrantes y refugiados menores en todas las regiones sacudidas por la guerra son 14 millones. Son el 30% de los 263.000 inmigrantes que han llegado este año por el sur de Europa (2016), Grecia e Italia. Nueve de cada 10 menores viajan solos, informa UNICEF en un informe titulado “Peligro en todas las etapas del viaje”, en el que se afirma que “ningún niño debería afrontar las historias que han relatado”.

Los traficantes lo llaman 'pay as you go' ( pagar para poder seguir). Cuando llegan a Libia, subiendo desde Mali, Eritrea, Sudán y otros países, los niños yadolescentes tienen que trabajar para ganarse el Mediterráneo. Algunos no quieren o no pueden y desaparecen. Según las últimas informaciones más o menos públicas aparecerán en alguna clínica de Egipto, donde se les extirpará algún órgano. Algunos no reaparecen nunca más.

Violadas en el viaje

De acuerdo con los relatos recopilados por la Organización Internacional de Migraciones (OIM), UNICEF, Save the Children y otras organizaciones, durante el largo recorrido, que puede alcanzar los 8.000 kilómetros, son esclavizados, prostituidos -tanto chicas como chicos-, torturados, recluídos. Muchas de las jóvenes salvadas en el Mediterráneo no estaban embarazadas cuando salieron de sus pueblos.

La ley italiana delega a los alcaldes la atención a los menores de 18 años, que en el 2014 acogieron a 10.536 de los 13.000 llegados. Una fuente policial anónima ha explicado que cuando llegan los menores los municipios “contactan a las cooperativas con las que colaboran. El negocio es grande y estas se organizan y si carecen de alojamientos los encuentran de inmediato.

En los sumarios conocidos como Mafia Capitale abundan los casos de centros de acogida surgidos como negocio. “Se gana más con los refugiados que con la droga”, afirmaba uno de los encarcelados. “Se trata de un drenaje de dinero público sin un control real”, han escrito los magistrados. “Negocio con los niños refugiados”, tituló un diario.

El Gobierno italiano acaba de firmar un protocolo con la ONU para atender mejor a este impresionante ejército de niños y adolescentes “huérfanos”, que aspiran a ser un día ciudadanos europeos.