Al menos 22 civiles, entre ellos mujeres y niños, han muerto al estallar una bomba al paso de la furgoneta en la que circulaban en la provincia de Herat, en Afganistán.

La explosión se produjo en el distrito de Obe, dijo el portavoz del gobernador provincial, Mohiudín Nori, quien precisó que todos los ocupantes del vehículo perdieron la vida. Entre las víctimas hay mujeres y niños. Pocos minutos más tarde, una segunda bomba estalló al paso de un camión en la zona de Kotal Turkistan, del mismo distrito, y causó la muerte de una persona y heridas a otras ocho, de acuerdo con Nori.

A media mañana ningún grupo había reivindicado el doble ataque, aunque los insurgentes talibanes suelen recurrir a emplazar bombas camineras y minas en las rutas más transitadas para atacar las misiones y patrullas de las tropas internacionales en Afganistán.

Según datos de la misión de la ONU en el país (UNAMA), en el primer semestre de 2011 perdieron la vida a causa de la violencia un total de 1.462 civiles en Afganistán, lo que supone un aumento del 15% respecto al mismo período del año anterior. El 80% de las muertes de civiles se debieron, indicó la UNAMA, a acciones de los talibanes -sobre todo ataques suicidas y bombas camineras-, y un 14% a las fuerzas gubernamentales, aunque los insurgentes han rechazado públicamente esas conclusiones.

Los nuevos atentados se producen en medio del proceso de transición en que se encuentra inmerso el país asiático. Ese proceso se inició en julio, cuando las tropas internacionales empezaron a transferir la responsabilidad de la seguridad a las fuerzas afganas en siete puntos del país, como parte de un calendario de retirada que debe concluir en el año 2014.

En Afganistán hay desplegados en la actualidad unos 133.000 soldados extranjeros procedentes de una cuarentena de países y su repliegue abre incógnitas sobre el futuro de una guerra que en noviembre cumplirá diez años y no muestra signos de remitir.