De blanco veraniego y sonriente como pocas veces, Angela Merkel se despidió ayer del que probablemente ha sido su curso político más desastroso desde que llegó a la cancillería, como si se tratara del más productivo. "No se preocupen que me verán aquí después del verano", bromeaba la cancillera con los periodistas que preguntaban por su estado de ánimo tras la ola de dimisiones en sus filas.

Ese parecía ser el plan de ayer; bromas y sonrisas para minimizar el impacto del balance de nueve meses de Gobierno caótico, luchas internas y críticas desde dentro y fuera de Alemania. La coalición "natural" entre los conservadores de la CDU y CSU y los liberales del FDP no ha sido el camino de rosas que ambas partes esperaban aunque, según decía ayer la cancillera, "al final hemos llegado a un punto en el que nos hemos encontrado y podemos trabajar en armonía". No deben haberlo notado los votantes, a juzgar por las encuestas de ayer, en las que Merkel y los suyos pierden la mayoría de Gobierno --obtienen su peor resultado desde 1986-- y socialdemócratas y Verdes logran la mayoría absoluta.

RESCATE DEL EURO "Somos conscientes de que las decisiones que hemos tenido que tomar en los últimos meses, como el paquete de rescate del euro por ejemplo, no son de las que ayudan en las encuestas pero pronto se notará una mejora", dijo.

Hasta aquí las concesiones, ni siquiera la pérdida de varios hombres fuertes de su partido parece un problema para Merkel, que se puso ayer buena nota, sobre todo, en su gestión de la crisis económica: "Hemos salido claramente reforzados". La Merkel más seria apareció para defender sus próximas tareas, como el debate sobre energía nuclear o la aplicación de la reforma sanitaria por la que los asegurados tendrán que pagar más. "No es insolidaria, es realista", dijo la cancillera.