Sin grandes triunfalismos y con agresividad moderada, la cancillera alemana, Angela Merkel, dio ayer en Dusseldorf el pistoletazo de salida a la fase final de la campaña electoral. La presidenta de la CDU respondió solo parcialmente a los que le exigen más pasión: "Hagan una pausa, aún pueden recuperarse, pero háganlo desde la oposición", fue lo más duro que les dijo a sus contrincantes y todavía socios de Gobierno, los socialdemócratas. Y optó por la cautela ante las sorpresas que pueden deparar los comicios: "Estas elecciones aún no están decididas, pero nosotros tenemos las mejores opciones", dijo una Merkel algo insegura ante 10.000 delegados.

Lo cierto es que Merkel no va desencaminada. El 27 de septiembre puede pasar de todo en las urnas y la cancillera tiene muy presente el descalabro de su partido hace una semana en las elecciones regionales del Sarre y Turingia. La confiada CDU encajó una sonora derrota que le ha hecho perder la mayoría absoluta en los dos estados y a su hombre fuerte en el Este --el hasta ahora primer ministro de Turingia, Dieter Althaus, que dimitió el jueves-- y volver a la realidad de un país en el que las encuestas se equivocan más que aciertan. En el 2005 todos contaban con una cómoda victoria de los conservadores en coalición con los liberales. Pero los indecisos --más de un 20%-- dieron la sorpresa y forzaron la gran coalición de conservadores y socialdemócratas que ha gobernado en los últimos cuatro años.

¿LA HORA DE LOS PEQUEÑOS? El panorama ahora es similar. Si bien los socialdemócratas han continuado en su catastrófica línea descendente en intención de voto, la unión conservadora --la CDU de Merkel y sus hermanos bávaros de la CSU-- tampoco mejora sus resultados, pese a la simpatía que despierta la cancillera. Son los partidos pequeños, o no tan pequeños, los que ganan terreno en un país que cada vez se muestra más cansado del bipartidismo. Más aún tras 4 años de coalición de los dos partidos mayoritarios. Los liberales del FDP, los Verdes y La Izquierda de Oskar Lafontaine serán clave en la formación de Gobierno.

Si las encuestas están en lo cierto, el repunte de los liberales, que pueden obtener entre el 13 y el 15%, sería suficiente para que conservadores y liberales pudieran formar coalición, como quiere Merkel. Pero está por ver. Y el miedo de la CDU a perder votos en favor de los liberales ha llevado a una campaña de descalificación orquestada desde Baviera, donde parecen empeñados en tirar piedras sobre su propio tejado. "Con lo bien que juegan al fútbol en Baviera y no se dan cuenta de que están disparando a la portería equivocada", dijo el líder liberal, Guido Westerwelle.

Entre los grandes beneficiados de la dispersión del voto destaca, sin duda, La Izquierda, que al fin ha logrado quitarse la etiqueta de partido del Este. Tras su victoria en el Sarre con un 21,7% de votos --un 19% más que en las últimas elecciones--, se le abre incluso la puerta a participar en un Gobierno regional de la Alemania occidental.

BAZAS EN CONTRA La CDU afronta un último tramo de campaña que se le puede poner muy cuesta arriba. Quizá esta modesta reacción de Merkel llegue demasiado tarde. Además, aún se desconoce el impacto que puede tener sobre su partido el bombardeo de la OTAN ordenado por un oficial alemán en Afganistán el viernes, defendido a ultranza por el ministro de Defensa, Franz Josef Jung, y criticado en el resto de Europa. Otro grande de la CDU, Jürgen Rüttgers, primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, tampoco ha ayudado, cargando repetidamente en sus mítines contra los trabajadores rumanos en comparación con la eficacia alemana. La oposición pide su dimisión.