Lucero Cárdenas vende cigarrillos y dulces desde su silla de ruedas en una esquina del Zócalo de México: «Me moriré antes de hambre que del virus», asegura. «No tenemos sueldo fijo ni ayuda del Gobierno, los discapacitados tenemos que salir a trabajar día a día. Ya no hay gente, las ventas han bajado a la mitad. la cuarentena nos afectaría mucho», lamenta la mujer de 47 años y madre soltera.

En el centro de la capital se respira un ambiente de normalidad, aunque con menos transeúntes y tráfico. Pequeñas tiendas y grandes cadenas permanecen abiertas, muy pocos usan mascarilla, tampoco entre quienes atienden cara al público.

El miércoles sumaba 475 casos confirmados de covid-19 y seis fallecidos, pero a diferencia de la mayoría de países latinoamericanos, el Gobierno se resiste a aplicar todavía medidas drásticas como el confinamiento, más allá de prohibir grandes eventos. «Tenemos que cuidar la salud y al mismo tiempo cuidar la economía», justificó el presidente Andrés Manuel López Obrador (Amlo) en un país donde la mitad de la población vive en la pobreza y seis de cada diez trabajan en el sector informal.

CONTAGIOS LOCALES / Tras entrar el pasado martes en la fase 2 de la epidemia al registrar los primeros contagios locales, el presidente Amlo anunció la movilización de 20.000 militares, el adelanto de transferencias para programas sociales, estados y dependencias de salud, así como disponer de un fondo extra de 15.300 millones de euros para afrontar la crisis, que se destinará, entre otros, a microcréditos para «un millón de pequeños negocios que serán afectados».

Sin embargo, siguen sin incrementarse las medidas de prevención sobre la población, limitadas a mantener cierta distancia y lavarse las manos con frecuencia. Hace diez días la secretaría de Salud recomendaba salir a la calle para lo esencial, dos días después, Amlo animaba por redes a las familias a ir a fondas y restaurantes. Cuatro horas después la jefa de gobierno de la capital ordenaba el cierre de bares, discotecas, gimnasios y varios espacios públicos. El martes el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, repetía cuatro veces en conferencia: «Quédense en casa». Una disparidad de criterios que ya ha pasado factura al presidente, cuya popularidad ha caído 10 puntos respecto a diciembre y se sitúa en el 47%

Elogios de la OMS / Varios expertos y gobernadores, como el de Jalisco, han criticado esa confusión y laxitud en la actuación del Ejecutivo, y algunos estados han empezado a aplicar sus propias restricciones. «El Gobierno está tomando medidas conformistas y tardías, sobre todo viendo experiencias de otros países», considera a este diario el infectólogo Rogelio Navarrete.

No obstante, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alabado a México por «estar en el camino correcto» y «tomar iniciativas con antelación en comparación a otros países en situaciones complejas como Italia, España o Alemania», indicaba su portavoz Morales Fuhrimann. Por ejemplo, ordenar el cierre de escuelas con 164 casos, mientras que en España se hizo al sumar más de 1.000 con una población tres veces menor. La OMS también ha destacado que México fue el primer país de su región en poner a punto pruebas de detección y desplegar un sistema de vigilancia al estilo de Corea del Sur con 457 instituciones sanitarias que monitorean la pandemia.

En cualquier caso, la población mexicana ha tomado sus propias precauciones. Desde hace varias semanas, quien puede realiza cierto acopio paulatinamente, lo que ha evitado un desabastecimiento abrupto más allá de papel higiénico y gel antibacteriano. En las zonas acomodadas de la capital algunos locales ya han cerrado y las empresas enviaron a sus empleados a trabajar desde casa hace dos semanas, mientras el sector público lo hizo semana pasada.