Las Navidades han traído a EEUU un recrudecimiento de los temores a un atentado. Millones de personas se desplazan en avión en un país de dimensiones continentales y hay recordatorios de ocasiones recientes en que solo gracias a la eficacia de la policía o la impericia de los terroristas se evitó la tragedia.

Hace un año, un nigeriano que volaba a Detroit en un avión con 278 pasajeros pudo haber hecho explotar un explosivo oculto en los calzoncillos. En mayo, otro fundamentalista estuvo a punto de hacer saltar una bomba en la atestada Times Square de Nueva York y hace semanas, en aviones de carga, fueron descubiertos cartuchos de impresora con explosivo. El columnista Thomas Friedman habla del año de la suerte y conjetura que no siempre las fuerzas del orden van a ser tan eficaces.

Se han redoblado, en consecuencia, los controles en los aeropuertos. Producen hastío e implicaciones políticas al denunciarse que van dirigidos a personas de una religión, la islámica. La realidad es que las inspecciones se ceban en personas que lleven vestimenta aparatosa, cabeza tapada que pudiera ocultar un explosivo. De ahí que los personas de religión musulmana con velo o turbante sean blanco preferente, pero también son los sijs y su gran turbante, o incluso los judíos ortodoxos.

Las mujeres musulmanas no solo encuentran desagradable someterse a un cacheo riguroso, en el que todas las partes del cuerpo son manoseadas, sino también al examen del cuerpo a través de un escáner que también insinúa partes íntimas. Aunque los agentes de la TSA estadounidense (agencia de seguridad ) insisten en que cualquier persona que lleve una indumentaria voluminosa es objeto de una segunda inspección que implica un "cacheo reforzado", los musulmanes se quejan de que todo el proceso los singulariza de forma humillante. La politización es inevitable.

EEUU es un país en el que la minoría islámica ha sido bien acogida y está muchísimo mejor integrada que en Europa. Bush, después del 11-S, repitió con énfasis que el islam era una religión respetable, que no se la podía juzgar por la vesania de un puñado de extremistas. Diversos juristas islámicos en el país han reiterado que la utilización de escáneres que revelan todo el cuerpo es una violación de las enseñanzas coránicas y que quebranta la Ley de Libertad religiosa al forzar a muchos musulmanes a evitar el avión...

Con todo, la opinión pública no parece excesivamente preocupada con la focalización en personas con vestimenta musulmana. Tampoco hay mayor preocupación, el talante es similar, porque Obama haya renunciado a cerrar, como había prometido hace dos años, el centro de Guantánamo donde están encerrados reclusos, principalmente yemenís, sospechosos de terrorismo. Quedan allí aún 174. Los aliados de EEUU los han aceptado con cuentagotas y el Senado se niega a proporcionar fondos para construir un penal en EEUU para acogerlos. El juicio de una buena parte de ellos, unos 50, presenta dificultades.

La Administración los cree culpables de terrorismo pero no se atreve a iniciar un proceso en el que una parte sustancial de las pruebas no pueden ser alegadas por comprometer la seguridad de EEUU y revelar nombres de confidentes. Los jueces estarían inclinados a archivar el caso, absolviéndolos. El Gobierno va a aprobar un decreto que dará a los detenidos la oportunidad de cuestionar su detención pero Obama --otra similitud con Bush-- pospone sin límites el cierre de Guantánamo.