Miles de manifestantes monárquicos asaltaron ayer la sede del Gobierno de Tailandia y pidieron la dimisión del primer ministro, Samak Sundaravej, un veterano político de 73 años.

La protesta se extendió también a varios ministerios y al canal de televisión estatal. Sundaravej acusó a los revoltosos, unos 35.000 en total, según la policía, de "intentar promover un nuevo golpe de Estado" y un "baño de sangre". Detrás de las protestas está el partido opositor Alianza del Pueblo para la Democracia (APD). "De aquí no nos moverán hasta que se produzca un cambio político. Si quieren que me vaya tendrán que matarme y sacar mi cuerpo de este lugar", dijo en el interior del palacio del Gobierno, situado en el centro de Bangkok, el cabecilla de la revuelta, Sondhi Limthonkul.

Por su parte, el Ejecutivo, que ha descartado decretar el estado de excepción, evitó el enfrentamiento directo con los manifestantes y optó por solicitar una orden judicial para detener a los líderes de la APD.

FORZAR LA SALIDA "No dimitiré. Me mantendré en mi cargo para proteger este país", advirtió Sundaravej, quien se vio obligado a celebrar el Consejo de Ministros en una base militar de Bangkok. Las protestas de ayer forman parte de la campaña que el APD puso en marcha en mayo para forzar la salida del primer ministro, al que acusan de ser una auténtica "marioneta" en manos del depuesto jefe del Ejecutivo, Thaksin Shinawatra, y de querer instaurar una república en el país.