El presidente palestino, Yasir Arafat, recibió ayer sepultura con un doble acto: un solemne y frío funeral de Estado en El Cairo y un caótico y emocionado entierro multitudinario en Ramala. Las dos partes del carácter del rais --el amante del protocolo y el carismático líder popular-- se dieron la mano en unas exequias que, por sí mismas, vinieron a simbolizar en un solo día la compleja personalidad del fallecido líder de los palestinos.

El Arafat carismático, el caótico e imprevisible, recibió el mejor homenaje posible en Ramala, donde miles de palestinos pulverizaron la ceremonia prevista y enterraron con sus propias manos al padre de su nación. "Esperaba que todo hubiera sido más organizado. Desgraciadamente, las cosas se nos han ido de las manos", admitió el negociador del fallecido líder, Saeb Erekat.

Era una ingenuidad por parte de los nuevos líderes palestinos pretender que podrían mantener fuera de la Mukata a la población de Ramala. Miles de personas asaltaron los muros del complejo presidencial de Arafat ante la impotente mirada de la policía palestina y llevaron en volandas el cuerpo desde el mismo momento en que aterrizó a bordo de un helicóptero egipcio procedente de El Arich (Egipto).

TIROS AL AIRE Entre tiros al aire, demostraciones de dolor y cánticos, en ningún momento del entierro fueron protagonistas ni el nuevo líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Mahmud Abbas, ni el primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Ahmed Qurei.

Pero, a cambio de sacrificar la pompa, el entierro de Ramala fue un canto de amor del pueblo palestino a Arafat. Los habitantes de Ramala y los que vinieron de Jerusalén --los de la franja de Gaza y los del resto de Cisjordania fueron confinados por Israel-- convirtieron el solar donde se celebró el entierro en un grito unánime de miles de personas que dejó nueve heridos de bala, uno de ellos en estado crítico.

En cambio, el Arafat jefe de Estado de un pueblo sin Estado, el amante de los uniformes y las solemnidades, hubiera estado encantado con el funeral previo celebrado en El Cairo. Una ceremonia emotiva, solemne y muy breve, de tan sólo una hora, en la que Arafat recibió honores de estadista acompañado por más de 50 delegaciones de todo el mundo. Las exequias empezaron a las 10 de la mañana, hora local, y se desarrollaron en el interior del recinto militar de Al Galaa. En la mezquita del centro militar --situado en el barrio de Heliopolis, donde Arafat pasó parte de su juventud-- se celebró una corta ceremonia religiosa.

A HOMBROS Poco después, el féretro fue sacado a hombros y depositado en una cureña impulsada por caballos y custodiada por militares en uniforme de gala que avanzó lentamente hasta la base aérea desde donde el cadáver de Arafat fue traslado a Ramala. Le seguían a pie las autoridades extranjeras que asistieron al funeral. La viuda de Arafat, Suha, y su hija Zahua, de 9 años --que no acudieron a Ramala--, acompañaron el féretro junto a Abbas, quien, en su primer acto como nuevo hombre fuerte, recibió los pésames.

La lista de personalidades extranjeras que asistieron al acto escenificó las dificultades que la figura de Arafat creaba en muchas cancillerías. EEUU se limitó a enviar al secretario adjunto del Departamento de Estado William Burns, mientras que la Unión Europea (EU) estuvo representada a nivel de ministros de Exteriores --el español, Miguel Angel Moratinos, pidió elecciones en los territorios ocupados-- y por el jefe de la diplomacia de los Veinticinco, Javier Solana. Entre los árabes, destacaron el presidente sirio Bashar el Assad, el heredero de la corona saudí, príncipe Abdulá, el rey Abdalá de Jordania y el presidente egipcio, Hosni Mubarak.

Pero ni Mubarak ni el resto de hermanos árabes estaban dispuestos a comprobar la popularidad de Arafat entre la población árabe. Por eso, un enorme dispositivo policial en El Cairo evitó que los egipcios despidieran a Abú Amar. Si el cuerpo del ´rais´ se hubiera paseado por el centro de El Cairo, probablemente la capital egipcia habría vivido el funeral más multitudinario desde la muerte de Abdel Naser en 1970.

TIERRA DE JERUSALEN Simbologías al margen --el altar funerario de mármol blanco y negro de Ramala fue cubierto con tierra de la mezquita de Al Aqsa de Jerusalén-- tanto en Egipto como en Palestina las exequias se celebraron sin violencia, a excepción de las dos personas muertas en Bir Zeit, cerca de Ramala, cuando estallaron los explosivos que llevaban en su coche. Una calma que el nuevo liderazgo palestino y Occidente quiere que se mantenga con la esperanza de que la muerte de Arafat sirva para abrir una nueva era. Por eso, Solana acudió ayer a Ramala para visitar la tumba y apoyar a Abbas.

Pero, poco antes de la visita de Solana, un grupo de policías sollozantes formaron ante la tumba del líder palestino y dispararon varias salvas de honor. Eran la guardia presidencial que debería haber honrado al cadáver de no haber mediado la invasión popular. Un ejemplo de que la sombra de Arafat será, por mucho tiempo, muy alargada.