C incuenta y siete años después de que Martin Luther King soñara con un país más justo en las escaleras del Memorial Lincoln, miles de personas volvieron a tomar ayer la explanada del National Mall para reclamar esa justicia nunca completada. Aunque los avances desde entonces son innegables, la brecha económica y el viejo racismo están lejos de haber desaparecido. Ya no se lincha rutinariamente a los afroamericanos ni aparecen colgados de los árboles con una soga en el cuello, pero cualquier día son susceptibles de morir brutalmente al cruzarse con la policía. «Queremos un cambio porque la vida de los negros sigue estando bajo permanente amenaza. Son ya 400 años de opresión y se tiene que acabar hoy», decía Brianna Barret, una activista negra de 25 años llegada desde Nueva York.

La marcha se produce en plena reactivación de las protestas en todo el país tras los siete disparos por la espalda que recibió Jacob Blake en Wisconsin al ser detenido y tres meses después de que George Floyd muriera asfixiado bajo la rodilla de un policía en Minnesota. Dos episodios que se suman a una larga lista de vidas robadas de forma injustificable. Breonna Taylor, Rayshad Brooks, Ahmad Aubery, Eric Garner… Sus familiares participaron en la marcha, celebrada bajo el eslogan Quiten la rodilla de nuestros cuellos . A diferencia de lo que se vio la víspera en la Casa Blanca, durante el discurso de Donald Trump, las mascarillas fueron omnipresentes y en las entradas se tomó la temperatura de todos los asistentes.

«Si trabajamos juntos para desafiar el instinto de nuestra nación de volver al status quo, tenemos la oportunidad de hacer historia aquí y ahora», dijo la candidata demócrata a la vicepresidencia, Kamala Harris, que intervino por videoconferencia.

«El presidente promueve el odio y la división con mensajes subliminales racistas. Estamos hartos, tenemos que sacarlo de la Casa Blanca», afirmaba Nannete Hall, una profesora de 56 años, cansada de vivir asustada cada vez que sus hijos salen por la noche.

Hall sostiene que los saqueos e incendios que han empañado la imagen del movimiento no es responsabilidad de los manifestantes, sino de los saqueadores que aprovechan el caos, algunos de ellos blancos. H