Tras más de 24 horas de asedio a la Embajada de Estados Unidos en Bagdad, los seguidores y miembros de la milicia proiraní Fuerzas de Movilización Popular, integrada principalmente por chiís, decidieron ayer retirarse poniendo fin a una escalada de tensión entre Teherán y Washington tras el bombardeo, el pasado domingo, por parte del Ejército estadounidense de posiciones de esta milicia en territorio de Irak y Siria.

Según la agencia Efe, una fuente del Ministerio del Interior iraquí aseguró que los manifestantes empezaron a abandonar las inmediaciones de la legación diplomática después de que las Fuerzas de Movilización Popular pidieran a sus simpatizantes que acabaran con la protesta «por respeto a la decisión del Gobierno iraquí, que así lo ordenó, y para preservar el prestigio del Estado». La fuente, que pidió mantener el anonimato, aseguró que las pocas personas que quedaban frente a la embajada se encontraban desmontando las tiendas de campaña que levantaron el martes, cuando amenazaron con permanecer en ese lugar de forma indefinida para protestar por los ataques de EEUU, que se saldaron con la muerte de 25 miembros del grupo paramilitar.

INCENDIO DE LAS INSTALACIONES / Con esta decisión, la milicia proiraní optó por no seguir elevando el nivel de tensión después de que cientos de manifestantes consiguieran el martes irrumpir en una parte del complejo de la embajada y quemar algunas de sus instalaciones.

El presidente iraquí, Barham Saleh, denunció el martes el asalto a la legación y consideró que suponía «un duro golpe para los intereses del país», mientras que el primer ministro, Abdel Abdul Mahdi, prometió que cualquier ataque a las embajadas y representaciones extranjeras sería evitado y castigado de forma severa.

No obstante, Mahdi no se libró de la reprimenda del presidente de EEUU, Donald Trump, quien en una llamada telefónica le recordó la «necesidad de proteger al personal e instalaciones estadounidenses en Irak». Al mismo tiempo, el secretario de Defensa de EEUU, Mark Esper, anunció el envío de «fuerzas adicionales» para apoyar al personal de la embajada en Irak.

Trump acusó a Irán de estar involucrado en el asalto y le advirtió respecto a cualquier error de cálculo y acto imprudente que pudiera cometer. «Pagará un alto precio. Esto no es una advertencia, es una amenaza», tuiteó el mandatario.

El portavoz del Ministerio iraní de Exteriores, Abas Musaví, rechazó las acusaciones y consideró que se trataban de un «insulto» a la gente de Irak. «¡Cómo y de acuerdo a qué lógica esperan que Irak permanezca en silencio contra todos estos crímenes!», añadió, en referencia al bombardeo estadounidense en territorio iraquí del domingo. El portavoz iraní aconsejó a las autoridades estadounidenses no olvidar que los iraquís aún los consideran «ocupantes» y les instó a reconsiderar sus «políticas destructivas» en la región. «Estamos ante una especie de obscenidad estadounidense y errores de cálculo repetitivos», añadió Musaví.

FUEGO CRUZADO / Este nuevo episodio de tensión evidencia la posición de Irak en medio del fuego cruzado entre sus dos principales socios, EEUU e Irán, enfrentados entre sí y que buscan ejercer más influencia sobre el Gobierno de Bagdad en un momento delicado debido a la revuelta popular que sacude el país desde principios de octubre.

Desactivada de momento esta crisis, no hay garantías de que no vuelvan a repetirse incidentes como los que están en el origen de esta escalada, esto es, el lanzamiento de proyectiles y cohetes contra intereses estadounidenses en suelo iraquí. Washington responsabiliza a la milicia proiraní del ataque, el pasado viernes, contra una base militar de EEUU en Kirkuk, al que respondió con el bombardeo del domingo.