Abú Murtaza saca con furia de un cajón una bomba sin detonar: "Esto fue lo que esos terroristas usaron para matar a nuestra gente". Al líder de las Brigadas Badr de Kerbala le duele cada una de las más de 180 personas que murieron la semana pasada en los brutales atentados que se cometieron en esa misma ciudad.

Olvidada momentáneamente la ira, el dirigente de las milicias del Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak trata de explicar por qué unos 3.000 milicianos han tomado las calles de la ciudad iraquí de Kerbala. "Es por seguridad. Mucha gente habla mal de nosotros, pero están equivocados. Las Brigadas Badr sólo quieren seguridad, libertad y democracia para todos los iraquís", sostiene.

Tras los atentados

Con el fin de procurar seguridad, después de los últimos atentados, 850 hombres se han desplegado en puestos de control dentro y en los accesos de la ciudad; otros 400, en los alrededores de las principales mezquitas; 500 más, en el recinto de los templos. Y un equipo de élite, de cuya cifra Abú Murtaza tan sólo indica que "supera los efectivos dentro de la ciudad" se encarga de las "operaciones más complicadas".

Acciones como la que hace poco acabó con 10 minutos de tiroteo y la detención de "varios extranjeros, entre ellos un paquistaní, relacionados con Al Qaeda", según cuenta. Los detenidos, armados con lanzadores de katiushas y de morteros que Abú Murtaza dice que requisaron, fueron entregados a la policía.

En las calles de la ciudad de Kerbala, los hombres armados de la brigada se coordinan con walkie-talkies. No todos tienen buenas armas, pero les sobra determinación. La policía --"un cuerpo corrupto e inoperante"-- los mira con indiferencia. Las tropas polacas, al mando de la zona, los aceptan sin hacer preguntas. "No nos coordinamos con los polacos, aunque el anterior comandante admitió que si de él dependiera nos traspasaría la seguridad de la ciudad", asegura Abú Murtaza.

No opina de la misma manera el administrador estadounidense de Irak, Paul Bremer, que insiste en que las milicias deben desmantelarse para que su utilización en disputas políticas no acabe en guerra civil.

Abú Murtaza, por su parte, niega este punto: "Nunca habrá una guerra civil, porque los shiís tenemos líderes que nos ordenan contención, que no rompamos la unidad de los iraquís. Y obedecemos porque somos disciplinados".